Pequeño golpe, gran castigo

El delito.

La rodilla derecha del genio no marchaba bien al inicio de la temporada 85-86, su segunda en el Napoli (quién lo diría, al final de la misma). Se llegó a especular seriamente con que sería operado precisamente para facilitar su presencia en el Mundial. Lo más increíble, el motivo de la lesión en el menisco: la patada de un hincha venezolano, en la previa de un duelo internacional entre la Albiceleste y la Vinotinto…

En esas, otro domingo como hoy, el 24 de noviembre de 1985, se pasó por San Paolo el Udinese, que ya se había quedado sin Zico y estaba demasiado cerca de los puestos de descenso. El Napoli, en cambio, estaba en el vagón de arriba, aunque solo fuera la jornada 11 de las 30 que tenía la Serie A por entonces.

Al minuto 9, golazo maradoniano en un tiro libre desde el lateral del área grande, a unos cuatro metros de la línea de fondo. Con poco ángulo y mucho efecto, la clava por el ángulo más lejano. ¡Impresionante! Pero lo más noticioso sucede a 10 minutos del descanso.

Criscimanni, centrocampista visitante, entra feo a Maradona, apuntando directamente a la rodilla derecha: es un secreto a voces que es su punto débil. Lo del ‘Pelusa’ es humano: se levanta como un resorte, propina un leve cabezazo a su agresor –más amago que impacto- y este teatraliza la respuesta. ¡Roja directa a D10s! “Es la primera falta que hago en el año”, se queja Diego, despedido por los suyos con atronadora ovación, interpretable a la vez como crítica al árbitro Mattei. Para mayor escarnio, el Udinese empatará en el 79.

Se trata de la segunda y última expulsión maradoniana en su largo trasiego italiano (siete temporadas, 259 encuentros oficiales). Además, fue la única que acarreó suspensión. En la temporada anterior, 84-85, también vio la cartulina colorada contra el Ascoli, en otra acción exagerada por un adversario. Pero en aquella ocasión, la justicia deportiva le quitó rápidamente la sanción, tras revisar el vídeo; esta vez lo tenía más complicado.

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Primer mano a mano a 11 metros

Tal día como hoy, en 1977, era miércoles, pero hubo fútbol en Argentina. Se jugaba la 2ª jornada del Campeonato Nacional, el segundo torneo de la Primera División de entonces. A Argentinos Juniors, equipo del meteoro Maradona, le correspondió arrancar con visita a Unión de Santa Fe, donde defendía puerta un tal Nery Pumpido, el mismo que alcanzaría la gloria junto al ‘Pelusa’ en México ’86 (ver foto inferior). El de Villa Fiorito cumplía 50 partidos exactos en la máxima categoría.

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Al poco del pitido inicial, el ‘Oveja’ Telch, centrocampista internacional albiceleste, ya había puesto por delante a Unión. Pero a los 25, Carlos Fren fue objeto de penalti a favor de Argentinos. Ya no estaba con Argentinos Carlos ‘Bartolo’ Álvarez, el que los tiraba hasta el campeonato anterior (Metropolitano ’77): le fue tan bien (27 goles, 7 de ellos de ‘penal’), que se lo había llevado Boca…

Así que, momentazo histórico: Maradona, un chaval de 17 años y 24 días de vida, se enfrenta a la responsabilidad del mano a mano contra el portero a 11 metros de distancia, por vez primera entre los mayores. El que está enfrente, Pumpido, no es exageradamente mayor (20 años), pero gana el más niño: ¡gol de Dieguito!

Contando solo los partidos de competición oficial, Maradona lanzará en total 109 penaltis (se incluyen siete tandas de desempate), y convertirá 90. Supone una efectividad del 82,6%, altísima en un jugador que tiró tantas veces desde el punto fatídico. Está reconocido como uno de los grandes especialistas de siempre.

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Jugar contra siete no es jugar

Diego Armando llevaba apenas un puñado de partidos en el Sevilla, que aspiraba a intentar revivir con el ‘10’ otra fábula sureña como la napolitana. No saldría así, pero aún tardaría en romperse el embrujo. A 22 de noviembre de 1992, la ilusión era máxima en la afición hispalense y en el propio jugador, que tras sus 15 meses de sanción por consumo de cocaína luchaba por resucitar una vez más, y acercarse a ser quien fue.

En esas, aquel domingo los andaluces que dirigía Bilardo visitaban al Celta de Vigo, recién ascendido que buscaba un futuro fijo en Primera. El gran poder de aquel Celta de Txetxu Rojo radicaba en no encajar y tratar de rentabilizar sus escasas dianas (terminaría la Liga como equipo menos goleador y segundo menos goleado). Por eso, sorprende el festivo 1-2 con el que se llegó al minuto 10.

Sí, primero Gudelj adelantó a los vigueses (1-0, minuto 4). A continuación, ‘D10s’ sacó brillo a la zurda mágica para marcar de tiro libre, el penúltimo de su carrera en partido oficial: desde la frontal del área, la coló  a media altura junto al poste derecho, inalcanzable para el meta Cañizares (1-1, minuto 6). Y unos 180 segundos más tarde, Bango cabeceó a la escuadra un córner botado por el propio Maradona (1-2).

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Pero la noticia no fue el primer gol ‘no de penalti’ del Diego sevillista, ni la primera falta certera desde la campaña 89-90, ni el primer triunfo como visitante del ‘Pelusa’ con su nueva casaca. La noticia fue el árbitro Díaz Vega, quien, quizá inspirado por el colorado de la camiseta visitante del Sevilla, disparó cuatro tarjetas rojas contra los gallegos en menos de media hora, algunas exageradas. Y el partido, claro, terminó siendo un sainete, siete contra once. ¡Todos expulsados locales!, imaginemos el humor del público…

Las víctimas, por orden, fueron Ratkovic (minuto 59, roja directa), Juric (minuto 74, segunda amarilla), Engonga (84, ídem) y Gudelj (88, roja directa). Valor no se le podía negar al colegiado, que tuvo que salir de Balaídos escoltado (como el autobús sevillista); pero acierto, sí.

Es el partido oficial maradoniano en el que menos jugadores contrarios terminan sobre el césped. Alguna amarilla vista por los guillotinados fue por protestar, y el ‘Pibe de Fiorito’ no pudo evitar solidarizarse con los rivales: “Los jugadores no pueden hablar, y eso se ha demostrado con las expulsiones de los chicos del Celta. Se sacan muchas tarjetas por hablar y muy pocas por dar patadas”.

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Barbas por todas partes

Maradona intentó que lo fichara el Napoli, pero nunca consiguió jugar con su compatriota Juan Barbas, salvo en la Selección. Era una ilusión para él. Cuando el victorioso Mundial Sub-20 de Japón ’79, donde compartieron habitación en la concentración, los dos pibes labraron una gran amistad. Después formaron parte de la Albiceleste de mayores, incluso en el Mundial ’82. Pero, fuera de ahí, no coincidieron en clubes.

Barbitas, como le llamaba el genio, habría ayudado mucho al Napoli, como a cualquier equipo. Era un centrocampista o lateral fantástico, completo: bueno técnicamente, jugaba y trabajaba en cualquier sector del campo, y además tenía bastante gol por su gran disparo. Durante las temporadas 82-83 y 83-84, cuando militaba en el Zaragoza, la revista Don Balón le escogió mejor extranjero de la Liga española, ¡coincidiendo con los años de Maradona en el Barça! (es verdad que el ‘Pibe de Oro’ solo jugó realmente ‘dos medias temporadas’, por culpa de una enfermedad y de Goikoetxea…).

La curiosidad viene por otro lado. Diego Armando se ha enfrentado a cientos de jugadores, pero el único que ha tenido como adversario en las tres ligas nacionales que disputó es precisamente a Barbas. Primero compitieron en el campeonato argentino, cuando Maradona defendió a Argentinos Juniors y Boca Juniors, y Barbas a Racing de Avellaneda; después coincidieron en España (Barcelona vs. Zaragoza); y por último en Italia, pues durante los años napolitanos del crack, Barbitas defendía al Lecce…

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Sacudida histórica a la Juve (3-5)

Maradona y Careca, su mejor socio.

A la altura de aquella tierna temporada 88-89, la Juventus ya no parecía la fiera inabordable de costumbre. El Napoli de Maradona había ganado su primer título nacional en el curso 86-87, y le sucedió el Milan en el 87-88, en este segundo caso con la Vecchia Signora muy lejos. Sin embargo, seguía siendo la Juve, el gigante que duplicaba en Scudettos al siguiente equipo en la clasificación.

 Y si el Napoli-Juventus era el partido del año en San Paolo, el duelo entre ambos en Turín era ‘la visita del año’ para los meridionales. Porque además, miles de napolitanos acudían a las gradas del viejo estadio Comunale turinés, y más desde que estaba el superclase argentino. Muchos no venían desde el lejano sur, sino de la propia ciudad norteña: la ironía es que eran trabajadores de la Fiat, o sea de la empresa de los Agnelli, que a su vez eran también los propietarios de la Juve…

Nunca fue plaza fácil: cuando la gloria del 86-87, los celestes se impusieron allí por 1-3, primer triunfo en la capital del Piamonte en… ¡29 años! (el anterior aconteció en 1957, tres años antes del nacimiento del ‘10’…). Pero en la campaña 87-88, los bianconeri triunfaron por 3-1 y dejaron muy tocados a los partenopeos, que perdieron un buen porcentaje de posibilidades de revalidar título.

Nos plantamos así en la visita de la 88-89, cuando solo se cumplía la 6ª jornada de las 34 de la Serie A, en una algo lluviosa tarde de noviembre. Y el resultado, y el partido, fueron espectaculares: 3-5, un destrozo antológico a favor del Napoli y protagonizado por el brasileño Careca, autor de tres goles. Quizá fue el partido más recordado del delantero paulista con la casaca napolitana.

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Pero en general fue un encuentro vibrante, y hubo que luchar la victoria. El Napoli se puso 0-3 al descanso (gol de Carnevale y doblete de Careca), pero la fiera reaccionó y se colocó 2-3 en el 55 (Galia y Zavarov). Tres minutos después, Careca hizo el 2-4; De Agostini descontó en el 77 (3-4). Y el líbero Renica estableció el 3-5 de penalti, cerca ya del final.

¿Renica, lanzador desde los once metros? Sí, uno de los pocos partidos de Maradona donde el penalti lo tiraba otro, pero por una buena razón: cojo de las dos piernas, Diego fue sustituido en el 82, y se desgañitó animando a los compañeros desde el banco. Antes de eso, hizo un buen partido pero no de videoteca, administrando el balón y apoyando a los demás. Aun así, fue importante en ese 3-5 absolutamente imborrable.

¡Dentro vídeo!

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La barrera no es problema (1978)

Exagerando mucho, se puede decir que hay días en que los lanzamientos de falta parecen penaltis, sobre todo si chuta el hombre adecuado.

Eso pudo pensar la afición de Argentinos Juniors otro 19 de noviembre como hoy, el de 1978. Fue entonces cuando las ondas radiofónicas procedentes de la remota provincia de Jujuy –o la prensa del día siguiente- les hicieron conocer que su Dieguito había marcado dos tiros libres en el mismo partido del extinto Campeonato Nacional, torneo que cerraba la temporada argentina por entonces. Fue su primer doblete de falta, de cuatro que logró a lo largo de su carrera en partido oficial. Otro ya lo hemos repasado aquí.

Aquel compromiso de hace 41 años fue eso, casi un compromiso, porque los dos equipos se sabían prácticamente pre-eliminados de la fase de grupos del Campeonato Nacional, aunque aún quedara mucho (fecha 5 de 14). El local era el modesto Altos Hornos Zapla de Palpalá, ciudad a 1.300 kilómetros al noroeste de Buenos Aires: por potencial, parecía difícil que entrara entre los dos primeros del grupo, que eran los que seguirían en competición.

El visitante, Argentinos Juniors, solo podía contar con su joya durante los partidos de jornadas impares (!), porque el resto del tiempo está concentrado con la Selección Sub-20. Pronto, para la segunda vuelta de la liguilla, el combinado nacional juvenil se lo llevará definitivamente. Sin él, todos en el barrio de La Paternal saben que no habrá posibilidades.

Quizá por todo esto, pese al enorme calor que soportan los protagonistas, el partido es de juego desinhibido, y gana el Bicho Colorado por 1-2. En la segunda parte, el doblete. En la primera estocada, una galopada del ‘Pibe de Fiorito’ es cortada en falta al borde del cuadrilátero: la clava por el ángulo. En la segunda tiene más suerte: otro tiro libre, chut del ‘10’, pega en la barrera para desconcierto del portero y dentro.

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La Sampdoria remata al mejor Napoli

La Sampdoria triunfal. Foto: Il Fatto Quotidiano.

Después de la monumental crisis de Moscú, 11 días convulsos precedieron a este simbólico carpetazo al mejor Napoli de todos los tiempos. Era la temporada 90-91 y, además de dicha eliminación en la Copa de Europa, el ánimo de Maradona estaba cayendo en picado y a menudo no iba ni a entrenarse; Careca andaba lesionado; y el equipo, que defendía título, marchaba a media tabla en la Serie A.

En la 9ª jornada del campeonato visitaba San Paolo la fascinante Sampdoria de Vujadin Boskov, de la que se decía que jugaba “demasiado bonito como para ganar el Scudetto”. Los Vialli, Mancini, Toninho Cerezo, Vierchowod y demás llevaban varios años terminando entre los primeros de la mejor liga del mundo, y conquistando de propina títulos coperos nacionales y continentales. Pero, en el campionato, los genoveses tendían a decaer en las segundas vueltas.

No obstante, parecía que había llevado el momento. La ‘Samp’ había empezado la nueva temporada como nunca, e iba líder del campeonato. Pero la Serie A es una carrera de fondo, y había margen para que los celestes recuperaran los cinco puntos de desventaja (las victorias, recordemos, otorgaban dos por entonces). Sobre todo, si el Napoli ganaba aquel preciso domingo, 18 de noviembre de 1990. Careca y el ‘10’ volvían al equipo tras su ausencia del anterior encuentro liguero; ¡cualquier cosa podía suceder!

El resultado no lo dice todo, pero es histórico al máximo: 1-4 para los visitantes, que dan una lección majestuosa de contragolpe, con sendos dobletes de los ‘Gemelos del Gol’ Mancini-Vialli. El ‘Burro’ (apodo del Napoli) no juega tan mal como sugiere el marcador, pero la sacudida se toma como el final de una época.

Maradona empieza bien y va perdiendo energía, sucumbiendo a su propia falta de preparación. Es la derrota casera más rimbombante de su larga aventura europea (1982-91). La afición en general guarda silencio tras el pisoteo, solo los ultras se desquitan arrancando asientos y prendiéndoles fuego… Unos y otro saben que la bella fábula maradoniana en el Golfo de Nápoles moría ahí.

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El ‘salvador de la patria’, capítulo II

Argentina y Australia tuvieron que esperar durante 17 eternos días para volver a enfrentarse en la Repesca intercontinental de 1993, esta vez en el estadio Monumental de Buenos Aires. Como ya vimos, para este doble duelo la celeste y blanca había tenido que recurrir al talismán: un delgado pero desentrenado Maradona, convocado como ‘salvador de la patria’. Había que aliviar el shock que supuso el 0-5 ante Colombia, y la pérdida consiguiente del billete directo al Mundial de Estados Unidos ’94.

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En la ida en Sidney, el combinado aussie y Argentina habían igualado 1-1, con gran asistencia maradoniana en el golazo de testa de Balbo. La teoría, basada en el supuesto potencial de cada equipo, decía que la Albiceleste debería resolver con cierta facilidad en el partido de vuelta ante los suyos, tal día como hoy hace 26 años. Pero el argumento se parecía mucho al de la jornada del 0-5…

Y además el ‘Pelusa’, secretamente, estaba lesionado. Terminó con una contractura el encuentro de ida: aquellos 90 competitivos minutos que le hicieron mella, porque llevaba mucho tiempo casi sin fútbol. De cara a la vuelta, no había logrado recuperarse, y se le unió el crónico problema en el nervio ciático. Pero se calló todo, y ejerció de capo del vestuario.

Con todas las trabas, el ‘salvador’ no estuvo mal. Guardó la pelota (a Argentina le valía el 0-0), envió dos precisos pases que sus compañeros no pudieron convertir en gol, rodó por el suelo a menudo (recibió nueve faltas). Y festejó a tope el afortunadísimo 1-0 de Batistuta, un tiro sin ángulo que rebotó en la pierna de un defensa, provocando una extraordinaria parábola que sorprendió al portero australiano.

Tras la angustia, el júbilo de los 70.000 presentes: ¡Argentina, de nuevo en el Mundial! Quedaba poco más de medio año, pero era una era geológica en términos maradonianos: a saber qué sería del ‘10’ para entonces. De momento, el público saludó el billete planetario y el retorno de la magia con el cántico de siempre: “Maradooooo, Maradooooo…”.

El gol de Bati:

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Novena falta a las mallas

Quien vio chutar tiros libres al ‘Pelusa’ no lo olvida. La rosca endiablada buscaba cualquiera de los ángulos de la portería, y en 59 ocasiones consiguió que la pelota también cantara gol. Sin datos completos de sus competidores más antiguos, no hay duda de que fue uno de los mejores especialistas del fútbol también a la hora de lanzar faltas.

Si nos ceñimos a una única temporada, su récord personal es escalofriante: nueve. Lo estableció tal día como hoy, en 1980. Argentinos Juniors visitaba a Huracán por el Campeonato Nacional, el torneo que cerraba la temporada entonces. Y perdió 3-2, pero no importó tanto porque:

– El Bicho Colorado ya estaba clasificado para cuartos de final.

Maradona logró los dos goles, que le sirvieron para llegar a los 18 y volver a coronarse máximo goleador de un torneo argentino (por quinta vez, ¡a los 20 años!).

– Y Diego Armando anotó el segundo de tiro libre, convirtiendo el noveno gol de falta de la campaña 1980 (por entonces, el año futbolístico coincidía con el año natural en Argentina). El segundo registro data de la campaña 87-88 con el Napoli, cuando llegó a ocho entre Serie A y Coppa Italia.

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Los nueve tiros libres se repartieron en ocho de los 45 encuentros de aquella campaña 1980 de Argentinos (Campeonato Metropolitano+Campeonato Nacional). Las cuentas salen porque hubo un doblete: solo una semana antes del enfrentamiento contra Huracán, Diego le había clavado dos faltas a Boca Juniors, el día de su mítico póker

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La tarde de los tres Maradonas

Lalo, Hugo y Diego. Foto: Granada CF.

El 50º aniversario del club saudí Al-Ahli no fue el único amistoso bizarro disputado por el ‘Pelusa’ durante aquel parón de la Serie A italiana 87-88, correspondiente al fin de semana del 15 de noviembre de 1987. Dos días más tarde, el martes 17, se acercó al sur de España, concretamente a la bella Granada. Allí se vistió con la zamarra rojiblanca del conjunto local y contribuyó a una foto insólita: los tres hermanos Maradona dedicados al fútbol (Diego, Hugo y Lalo) jugando juntos en el mismo equipo. Había algún precedente de carácter benéfico, pero este fue el partido de mayor rango en que sucedió.

El Granada acababa de subir a Segunda División, y buscó un golpe de efecto incorporando el talismánico apellido a su plantel. Fichó al mediano: Raúl, alias Lalo, delantero de casi 21 años que terminó no solucionando nada (2 goles en 19 partidos, vuelta del conjunto nazarí a 2ª B). Y, como parte de la operación, Diego Armando jugó gratis aquel amistoso contra el Malmö sueco, así como también participó el menor, Hugo, entonces en el Ascoli italiano.

El estadio de Los Cármenes no se llenó, pero la expectación fue grandiosa. Los neomaradonizados andaluces vencieron por 3-2, con golazo de falta del ‘Pibe de Oro’, que también sufrió un entradón –por suerte, sin consecuencias-. Lalo, que lució el 10 (Diego llevó el 9), también marcó, pero Hugo destacó más. Los padres de los chicos, sus novias y varios acompañantes más también se presentaron en Granada.

Cabe preguntarse, ¿qué fue de los otros dos Maradona? Ser hermanos de ‘D10s’ fue demasiado para ellos, en eso no lo tuvieron fácil:

– Hugo Maradona (nacido en 1969, 8 años menor que Diego) era también mediapunta pero … ¡diestro! Tuvo una carrera larga de perfecto nómada, que le llevó a futbolear en once equipos de siete países, entre ellos España (dos campañas en el Rayo Vallecano), aunque donde realmente destacó fue en Japón. No estuvo tan mal.

– Lalo Maradona (1966) fue quien menos sobresalió. Trotamundos intercontinental como Hugo, donde más acomodo encontró fue en el fútbol norteamericano, incluso el jugado en instalaciones indoor (!). Cuando el partido de Granada, Diego Armando dijo de él que tenía mejor técnica que la suya. Puede que se estuviera aguantando la risa.

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