Marcar en Primera a los 16

Primer gol: el joven Diego comprueba que su zurdazo bate a Lucangioli. Foto: diario ‘La Capital’ (Mar del Plata).

El 14 de noviembre de 1976, Maradona tenía 16 años y 15 días exactos. Y, aquel domingo de hace 43 años, el ‘Pelusa’ de Villa Fiorito disputó su quinto partido en Primera División en el extinto estadio General San Martín de Mar del Plata, ciudad de la enorme provincia de Buenos Aires, situada a 400 kilómetros al sur de la capital del país.

Apenas 1.335 personas asistieron a aquel medio anónimo encuentro del Campeonato Nacional entre el San Lorenzo local y Argentinos Juniors, pero los que lo hicieron presenciaron historia del deporte: los dos primeros goles del futuro rey del fútbol.

El soso primer tiempo había terminado con 1-1, y el entrenador visitante, Jorge Enrico, dio entrada al pibe, con el 15 a la espalda. Ni que decir tiene que le cambió la cara al partido: sirvió un gol a su compañero Carlos Álvarez, cabeceó al larguero y, en los últimos cinco minutos, disparó a las mallas por partida doble para el sensacional 2-5 definitivo. El semanario El Gráfico puntuó su exhibición con 9 puntos sobre 10, más que cualquier otro de los otros 26 futbolistas que pisaron el césped, incluido el trigoleador Álvarez (8).

¿Cómo fueron los dos tantos? En el primero (minuto 87) protagonizó una escapada entre varios rivales, combinó con Hallar o López (según la crónica), regateó a otro defensa y cruzó por bajo, con la zurda, cómo no. En el segundo (minuto 90, foto inferior), remachó tras recibir la asistencia de Ingaramo. De paso, Rubén Lucangioli se convirtió en el primer portero batido por el crack.

Instantes previos al segundo tanto de Maradona. Foto: Diario ‘La Capital’ (Mar del Plata).

Hasta mediados del año pasado, durante casi 42 años, circulaba una foto errónea del segundo gol –tenida por auténtica por el propio Diego Armando-, que incluso parecía de cabeza. Pero una impresionante investigación de Juan Miguel Álvarez, periodista del diario La Capital de Mar del Plata, corrigió ese fallo histórico

La pena es que no existen imágenes en movimiento de estos dos primeros festejos de Maradona. Según explica el mismo Juan Miguel Álvarez en dicho reportaje, “distintas versiones indican que el camarógrafo de Canal 8 decidió irse en el entretiempo del partido, tras grabar un gol de cada equipo. Nunca imaginó el acontecimiento histórico que estaba por ocurrir”.

Diego Maradona celebraría en total 326 goles en partidos de competición oficial: 116 con Argentinos Juniors, 115 con el Napoli, 38 con el Barcelona, 35 con Boca Juniors, 6 con el Sevilla y 16 con la Selección.

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Cuatro goles para la eternidad

Cuatro fotogramas de otros tantos goles.

En el álbum dorado de Diego Armando Maradona, el 9 de noviembre es una fecha que centellea entre las que más. Tal día como este, allá por 1980, marcó cuatro goles por primera y última vez en su vida profesional. Y no se los hizo a cualquier equipito, sino a Boca Juniors, gigante del fútbol rioplatense al que se sumaría solo meses después. Y, lo rara vez visto: la todavía afición adversaria aclamó su proeza. ¿Cómo no iba a ir…?

Situémonos. Se disputaba la antepenúltima jornada del Campeonato Nacional ’80, y Argentinos Juniors tenía la suerte de contar aún con el superclase Dieguito, aunque cada vez estaba más claro que no había dinero para seguir reteniendo al figurón durante mucho más. Y el Bicho Colorado escogió el estadio de Vélez Sarsfield –mucho más grande que el suyo- para recibir al coloso auriazul. Un ‘grande’ en horas bajas, pero seguía siendo Boca.

Ambos equipos luchaban por clasificarse para cuartos de final del torneo, con más posibilidades para Argentinos. Por todo esto, la motivación de Maradona y compañía era máxima. Pero había algo más: el factor Gatti.

Hugo Gatti, el veterano, excéntrico y lenguaraz portero boquense, había cometido el error de cabrear al joven ‘Pibe de Oro’. Días antes, en un periódico de provincias, vino a decir que se exageraba con su talento, y que su físico le invitaba a pensar que en unos años sería un “gordito”… Sus palabras fueron repicadas en otro medio de la capital justo en la víspera del choque, y el morbo ya estaba servido. Porque las críticas siempre fueron combustible para el ‘10’…

Así que la venganza fue terrible. Argentinos se impuso por 5-3 en un partido loco, en el que adquirió más ventaja en la segunda parte. Y cuatro de los tantos, esas saetas al parlanchín, fueron obra del ’10’: un penalti, dos tiros de falta, un mano a mano. En resumen:

– El primero, a los 23 minutos (1-1): centra Diego, ¡de rabona!, y la bola pega en la mano de un adversario. Penalti, porque es dentro del área: él mismo transforma la pena máxima con enorme clase y suavidad, engañando totalmente a Gatti.

– El segundo, a los 42 (3-2): una de las grandes genialidades de toda la trayectoria maradoniana. Al crack hacen falta cerca del lateral derecho del área grande, y aprovecha el despiste general para levantarse rápido y chutar desde ahí, con no mucho ángulo. El balón vuela sobre cabezas amigas y adversarias, pega en el palo largo y entra.

– El tercero, a los 48 (4-2): Pasculli le envía por alto un pase perfecto y baja el balón con el pecho, desmarcado en la corona del área. Aprovechando el bote, solo ante Gatti, se la toca con el exterior de la zurda hacia el palo más lejano.

– El cuarto, a los 75 (5-2): brillante pared del ‘10’ con Espíndola, y el fenómeno es cazado por un zaguero en ese complicado límite entre dentro y fuera del área. El árbitro dice que fuera, pero da igual: el ‘Pibe de Oro’ clava la falta por la escuadra…

Al final del choque, los derrotados seguidores de Boca incluso se adelantan a la hinchada de Argentinos en el famoso coro: “Maradoooooo…”. Y el chaval se conmueve: “Me dieron ganas de llorar”.

Epílogo: con este resultado, Argentinos Juniors se clasificó para cuartos, pero allí fue rápidamente eliminado. Era lo lógico: en el cruce no pudo estar su Maradona, concentrado con la Selección.

De hecho, después de su clamoroso póker, Diego solo pudo disputar otros dos encuentros oficiales -y un puñado de amistosos- vestido de colorado. Tras agotadoras negociaciones y mucha plata de por medio, meses después pasó a otra dimensión. El 20 de febrero de 1981 jugó un simbólico amistoso en La Bombonera, nada menos que Boca-Argentinos: el primer tiempo con la camiseta del equipo donde nació y creció, el segundo con la de su inminente amor eterno.

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Único doblete de vaselina

Consideremos ‘gol de vaselina’ al arte de levantar la pelota suavemente por encima de la altura del arquero (o cualquier otro rival que esté en pie ante el tirador) para que el esférico caiga después dentro de la portería. Es el suspense hecho fútbol, un lanzamiento dilatado en el tiempo que provoca que todos los hinchas del estadio (y/o miles o millones de telespectadores) contengan el aliento durante un par de eternos segundos, hasta comprobar la resolución.

El gesto técnico preciso para ejecutar un ‘globo’ goleador de este tipo no está al alcance de todos, y ya sabemos de uno que sí lo incluía en el repertorio. Maradona marcó 12 tantos de este tipo en partidos oficiales, algunos incluidos entre los más perfectos jamás vistos. Curiosamente, cinco de estos goles los concentró en 1981, durante su primera época en Boca. Y solo una vez en su vida marcó dos en el mismo partido.

Sucedió otro 8 de noviembre, el de hace 38 años. Boca Juniors, ya campeón del primer torneo argentino (Metropolitano ’81), disputaba ahora el Campeonato Nacional, que tenía un formato más copero aunque arrancaba con una fase de grupos: parecido a la Champions League actual. Los capitalinos colideraban su liguilla junto a su adversario de esta jornada, Instituto de Córdoba, la segunda ciudad argentina en población. Boca visitaba su estadio Olímpico tal día como hoy en 1981.

Diego Armando estuvo inspirado, y se apuntó un esplendoroso hat trick para el triunfo auriazul por 1-4. El último tanto fue de penalti, pero los dos primeros, en los minutos 14 y 19 de juego, establecieron el 0-2 con sendas y preciosas vaselinas desde la frontal del área. Ambas llegaron en sendas jugadas mano a mano contra el meta Carlos Munutti, ex compañero del ‘10’ en Argentinos Juniors y vendido por su zaga en los dos casos.

Estos goles, sin embargo, tuvieron distinta ejecución. El primer disparo es tras bote, lo que facilita este tipo de lanzamiento: Maradona baja con el pecho el pase largo de Benítez, deja que el césped le devuelva la pelota y toca en altísimo globo ante la media salida del portero. El segundo es más difícil, con el balón a ras de tierra: recibe un pase largo de su guardameta en casi idéntica posición y eleva la bola con la izquierda, tan fácil como si usara la mano.

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14 partidos seguidos goleando

Normalmente, la función principal del número 10 de cualquier equipo no suele ser la de convertir goles, sino la de posibilitarlos. En Argentina, al mediapunta le llaman “enganche”: el que enlaza a medios y delanteros por la vía del balón. En Italia es un nombre hasta romántico: “fantasista”.

Sí, Maradona será el fantasista por antonomasia, regateador de leyenda y pasador sublime. Pero también marcaba muchos goles: 326 en partidos de competición oficial. Sumó siete títulos de máximo anotador en su trayectoria: cinco en torneos de Primera División en su país (todos con Argentinos Juniors) y otros dos en la temporada 87-88 con el Napoli italiano, cuando fue el capocannoniere tanto de la Serie A como de la Coppa Italia.

Además, en cuanto a rachas de festejos, su récord personal es de nada menos que 14 encuentros oficiales seguidos marcando al menos un gol, repartidas entre dos temporadas diferentes. Se produjo durante su preciosa época en el conjunto colorado, concretamente entre las últimas ocho jornadas del Campeonato Nacional de 1979 (el torneo que entonces cerraba el año futbolístico argentino) y las seis primeras del Campeonato Metropolitano de 1980 (el que lo abría).

En esos 14 choques, celebró 19 dianas. No está mal, para no tratarse de su misión prioritaria…

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El tiro libre que superó a la razón

¿Puede algún gol de la historia del fútbol competir con la cabalgada maradoniana ante los ingleses en México ’86? Quizá no, pero quizá sí. Aquí recordamos otro candidato muy distinto, y firmado por un tal… Maradona.

Hace 34 años (1985), un 3 de noviembre como hoy, aquel Napoli que contaba con el ‘Pibe de Oro’ por segundo curso se enfrentaba en San Paolo a la Juventus de Turín. Cada temporada, ese es el partido del año en el feudo partenopeo. La Juve es el rival más odiado en la capital del sur de Italia, a la par que tradicional ganador del Scudetto. Como muestra de por dónde volvían a ir los tiros, se cumplía la 9ª jornada de la Serie A 85-86, y la squadra bianconera había vencido sus ocho primeros compromisos…

El duelo se disputó en un estadio atestado y sobre un terreno de juego lamentable, convertido en marisma por las lluvias. No se podía aspirar a mucho más que brega y jugadores embarrados, hasta el minuto 72: Una obstrucción dentro del área juventina es castigada por el árbitro Redini con tiro libre indirecto y un poco escorado a la derecha, a poco más de 12 metros del arco.

La barrera, formada por seis turineses, está a unos cinco o seis metros de donde se coloca el balón (según la ley, deberían ser 9,15…). Junto al esférico, los napolitanos Pecci y Maradona; el primero, revelará el argentino, no quería dejarle chutar a puerta, ¡no había hueco ni distancia…!

El chut, en ‘La Domenica Sportiva’ (RAI) del día de autos.

Si no lo saben, ya se lo imaginan: música arbitral, dos blanquinegros se echan casi encima, toque corto de Pecci y caricia paranormal de la zurda mágica. El golpeo le imprime una rotación inexplicable a la pelota, que parece ir casi a cámara lenta: sube hasta superar la empalizada humana por poco, y cae con efecto (¿celestial o diabólico?) justo bajo el larguero del meta Tacconi. No es que vaya muy pegado a la escuadra, pero ni el portero ni nadie se lo esperaban: su estirada solo embellecerá la foto.

¡Pecci tenía razón, no había espacio para hacer aquello!, pero el ’10’ puso en entredicho los límites de la física. 1-0 para el Napoli, único tanto del partido, y primera victoria dieguil contra la Vecchia Signora (vendrían muchas más). Con ustedes, el más genial gol de falta de todos los tiempos.

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