El Napoli 88-89 quería olvidar como fuera la anterior temporada. Solo meses antes, un Scudetto que parecía hecho se esfumó, incluido motín en el vestuario contra el entrenador Ottavio Bianchi, lo que significó la exclusión de la plantilla de varios pesos pesados: el portero Garella, el defensa Ferrario, el medio Bagni y el delantero Giordano. El verdugo casi definitivo fue el novedoso Milan de Arrigo Sacchi, Gullit y Van Basten, que dio la puntilla a los azules imponiéndose por 2-3 a tres jornadas del final. El público napolitano terminó aplaudiendo al rival…
Solo meses después de aquello, la Serie A 88-89 disputaba su 7ª jornada (de 34), de nuevo en San Paolo, y allí estaba el Milan otra vez. Había que vencer a la bestia para enterrar aquel trauma. Además, comparecía en el Golfo napolitano un conjunto rossonero sin varios titulares.
Fue un partidazo de los partenopeos (4-1), más contundentes que brillantes. Pero hasta el borde del descanso perduraba el 0-0 inicial, roto con uno de los más extraordinarios goles que marcó jamás Maradona: un cabezazo desde fuera del área para resolver un mano a mano con el portero de una manera que solo se le podía ocurrir al fuera de serie.
En torno al minuto 42 de acción, en apenas segundos sucedieron muchas cosas que tratamos de resumir. El napolitano Crippa se hace con el balón cerca de la línea de medios, pero no le presionan, mientras la tácticamente entrenadísima línea defensiva milanista, como un único organismo, se adelanta al unísono para tratar de que alguien caiga en fuera de juego. Calcula mal, y Maradona arranca desde tres cuartos de cancha, cruzándose con los lombardos, mientras el cuero bombeado por Crippa vuela hacia él.
¡Diego Armando corre absolutamente solo hacia el portero Galli, y la bola que cae hacia allí! Hasta ahora, medio normal. A partir de ahora, lo extraordinario. El guardameta también sale precipitadamente del área grande, a tratar de despejar, y la pelota bota entre el cancerbero y el ‘10’, con efecto hacia atrás.
Contemplar el esférico rotando junto a los rizos termina de darle la idea a Maradona: le pega con el alma de cabeza, desde unos 20 metros de distancia, y la parábola supera a Galli. El astro cae al suelo junto al arquero, y los dos (y sus compañeros, y las 85.000 personas del estadio) se deleitan con la imagen casi a cámara lenta de un balón que entra botando a la puerta desguarnecida. “He notado el silencio de San Paolo”, dice ‘D10s’. Calma rota por los vítores.
¡Dentro vídeo! (minuto 1:15):
P.D. La enciclopedia ‘Maradona, obras completas’ recoge un sinfín de pasajes y datos acerca de la carrera del ‘10’, como los que acabas de leer. Si te interesa hacerte con una, escríbenos: