Cuando Racing masacró el templo ‘bostero’ (4-6)

“Cuando los boludos decían que el campeonato estaba arreglado para Boca, ¿ahora qué van a decir? Son más boludos que antes”. Declaraciones de Maradona después de llorar la catastrófica derrota de hoy hace 24 años ante Racing de Avellaneda. Fue la ocasión en que más goles le marcaron a un equipo suyo (4-6), y encima en plena Bombonera.

Y razones no le faltaban al ‘10’ para desahogarse, tras la que por cierto también fue su última aparición con el rompedor look de la franja amarilla entre los rizos. Efectivamente, a aquel Torneo Apertura de 1995 le restaban ya solo dos jornadas por delante, y el vapuleo había sacado a los ‘bosteros’ del liderato, que ahora correspondía a Vélez. No lo recuperarían más. La fábula del rey Arturo no iba a materializarse con el ‘Pibe de Fiorito’.

Pero además, las sensaciones fueron mucho peores que el marcador en sí. En el minuto 12, Racing ya ganaba por 0-3. Y pese a que Boca logró llegar al descanso minimizando males (2-3), los de La Academia se volvieron a despegar fácil (2-5 en el minuto 60). A partir de ahí, maquillaje. Tres goles del ‘Mago’ Rubén Capria, dos del ‘Piojo’ López y otro de Marcelo Delgado resituaban en la carrera por el título a los dirigidos por Miguel Ángel Brindisi, aquel crack que coprotagonizó junto a Diego el triunfo del Metro ‘81. El equipo visitante y los hinchas lo celebraron a tope en el mismo campo.

¿Y Diego Armando? Él no anduvo mal, contribuyó directamente a tres de los cuatro goles de su bando (un penalti anotado, dos asistencias). Pero la derrota era lo que le faltaba, tras haber desaparecido de la circulación durante varios días, y haberse incorporado a la concentración boquense solo horas antes del trascendental duelo entre dos de los tres de arriba de la tabla.

Fue solo la segunda mala noticia para el ‘10’ en el mismo y fatídico día. Porque, hasta poco antes del pitido inicial, se celebraron las elecciones presidenciales de Boca, ganadas por un joven empresario. Era un tal Mauricio Macri que, con los años, llegaría a presidir también la nación. Diego no solo prefería al tándem que le trajo de vuelta al club de su corazón (Antonio Alegre-Carlos Heller), sino que pronto empezaría a chocar con la forma de gobierno de Macri, y más tarde con su ideario político.

P.D. La enciclopedia ‘Maradona, obras completas’ recoge un sinfín de pasajes y datos acerca de la carrera del ‘10’, como los que acabas de leer. Si te interesa hacerte con una, escríbenos:

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El ‘10’ tiene heredero en casa

Sale el 10 de la tarde (Zola), entra Maradona. Foto: Forza Italian Football.

En la semana anterior al Napoli-Atalanta jugado hoy hace 30 años, los entrenamientos de Maradona se limitaron a tratamiento contra la lumbalgia. El ‘Pibe de Oro’ había vuelto a regañadientes (y tarde) a la disciplina partenopea, tras haber tratado de forzar su traspaso, sin éxito. Además, el Napoli era líder de aquella Serie A 89-90, pero defendía corona en la Copa de la UEFA, y tres días después le aguardaba una salida dificilísima a Bremen para tratar de remontar el 2-3 adverso de San Paolo.

Total, aquel domingo 3 de diciembre sucedió lo que no tantas veces antes: Diego pactó su suplencia con el entrenador, Albertino Bigon. En principio, si el partido liguero se ponía muy feo entraría en la segunda parte. El número 10 celeste sería para un desconocido sardo, un joven (pero no tan joven: 23 años) llamado Gianfranco Zola, fichado por los partenopeos meses antes procedente del anónimo Torres de Cerdeña (serie C1, Tercera División italiana…).

Zola le cayó simpático a Maradona desde el primer minuto. El crack le ‘adoptó’ y aconsejó sin reparos, facilitando el interestelar aterrizaje futbolístico del que estaba siendo protagonista el chaval. Por eso, el argentino fue el que más aplaudió la impresionante exhibición del isleño, en toda una presentación en sociedad.

El mediapunta, futuro mito del Calcio, fue el mejor de aquel triunfo ante el Atalanta (3-1), y coronó su actuación con un tercer tanto de bandera: quiebro en el área y derechazo con rosca a la escuadra contraria. En ‘míster’ Bigon quiso homenajear al hombre del partido, retirado entre vítores, y lo sustituyó por Maradona a 9 minutos del final. Es, de hecho, el encuentro oficial con menos minutos de acción disputado nunca por Diego.

La sonrisa del astro argentino lo decía todo cuando tomó el relevo de su amigo. Zola llevó el 10, jugó en posición de 10 y estuvo de 10, y después fue cambiado por el ‘10’. La prensa napolitana e italiana lo tenía fácil: no busquen más, ¡el nuevo Maradona ya está aquí, y curiosamente juega en el Napoli…!

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Jugando ante 120.000… o 1.335

El Camp Nou, coloso barcelonés.

A la pregunta que nos hacemos hoy no hemos encontrado realmente respuesta. De los 633 partidos dieguiles de competición oficial que desmenuza ‘Maradona, obras completas’, ¿cuál se disputó ante más personas, y cuál ante menos? Precisarlo es complicado o imposible, porque en la época de jugador del ‘10’ (sobre todo, en los 70 y primeros 80) rara vez se recogía la afluencia concreta en los medios, sino más bien la recaudación, que depende de más factores.

Más gente: sin embargo, sí podemos deducir dónde están los dos extremos. Empezando por el de arriba, el ‘Pibe de Oro’ disputó dos temporadas en el FC Barcelona, poseedor del mayor estadio de Europa, el Camp Nou: tras su remodelación de cara al Mundial de España ’82, cabían allí 120.000 espectadores… algunas decenas de miles más que en cualquier otro estadio argentino donde hubiera jugado hasta entonces.

Las crónicas hablan de lleno hasta la bandera tres veces en la campaña 82-83 (dos de Liga y una de Copa de la Liga, esta contra el Real Madrid), y otra en la 83-84 (contra el Athletic, cuando la patada de Goikoetxea…). Concedámosles a todas el empate.

Por otro lado, en Río de Janeiro está el inmenso Maracaná, donde en tiempos entraban hasta 200.000 personas. Y Maradona actuó allí varias veces, sí… Pero de estas sí hemos encontrado datos concretos, y la vez que más cerca estuvo dicha cancha de la marca barcelonesa acudieron 118.458 hinchas (Brasil-Argentina, Copa América 1979). Incluso, sus míticas apariciones en el estadio Azteca del Mundial de México ’86 se quedaron en unos 114.500 espectadores.

Menos gente: miremos ahora para abajo. Aunque siga siendo complicado poner la mano en el fuego, parece difícil que en algún partido oficial maradoniano asistiera menos gente que en su quinta comparecencia como profesional. Se juntaron allí dos equipos con no mucho tirón por entonces, que además ya tenían poco que hacer clasificatoriamente hablando. Y, sobre todo, actuó un Dieguito de 16 años, lejos aún de sus interplanetarias cotas de popularidad.

¡Lo hemos repasado aquí!: fue el San Lorenzo de Mar del Plata-Argentinos Juniors del 14-11-76, al que el diario La Capital de la localidad sí atribuye una cifra concreta: apenas 1.335 asistentes… Los presentes tuvieron, eso sí, la histórica fortuna de presenciar los dos primeros goles de la carrera del ’10’. Su fama se multiplicó enseguida; es complicado encontrar menos gente.

Diego, con el 15, en aquel encuentro poco concurrido. Foto: Diario ‘La Capital’ (Mar del Plata).

No obstante, hay otro de los 633 partidos con menos gente mirando al ‘10’, y sorprende por el colosal escenario. Pero tiene trampa.

El caprichoso sorteo emparejó en primera ronda a dos de los favoritos para ganar la Copa de Europa 87-88, el Real Madrid de Butragueño y el Napoli de Maradona. Pero los merengues arrastraban una sanción por incidentes producidos en un choque de la anterior edición del torneo, y el castigo fue que el grandioso Santiago Bernabéu acogiera el fabuloso duelo… ¡sin público!

Aquel 16 de septiembre de 1987 sí hubo medio centenar de personas contemplando el tétrico espectáculo, pero todos eran miembros de las dos delegaciones o personal de seguridad y organización.

17 duelos Boskov-Maradona

El gran Vujadin Boskov. Foto: calcio.fanpage.it

Era tan imprevisible, tan desequilibrante, tan condicionante… que todos los entrenadores que se enfrentaron a sus equipos compartieron una misma pregunta capital: ¿cómo parar a Maradona? A menudo, cambiaban incluso su forma habitual de defender solo porque enfrente estaba ‘Él’.

No era una tarea sencilla para los técnicos adversarios. Pero seguro que también se trataba de un reto y un honor para ellos enfrentarse al número uno. Y la pregunta que surge es, ¿quién se encontró más a menudo con esta preocupación?

La respuesta lleva el nombre de Vujadin Boskov, un mito de los banquillos y autor de frases mitificadas como “fútbol es fútbol”. 17 veces se midió al ‘Pibe de Oro’ en partidos oficiales, cuando entrenaba al Sporting de Gijón (4), al Ascoli (2) y, sobre todo, a su célebre Sampdoria de Génova (11). En estos dos últimos casos, compartió la era gloriosa del Calcio con el Napoli de Maradona, cuyo reinado terminó de derrumbar.

El serbio Boskov –por entonces, yugoslavo- fue primero un extremo derecho internacional. Y, desde antes incluso de quitarse las botas (porque comenzó como entrenador-jugador), no paró en una nutrida carrera de cuatro intensas décadas en los banquillos. Dirigió a equipos pequeños, medianos y grandes de ligas como la italiana, la española, la suiza o la neerlandesa, así como a la selección de su país. Y se ganó a la mayoría de sus entrenados como maestro de la motivación, e incluso con su capacidad de realizar entrenamientos amenos.

Conquistó títulos, como una Liga y dos Copas del Rey con el Real Madrid en sus tres campañas en la ‘Casa Blanca’ (1979-82), o una Copa de los Países Bajos con el ADO Den Haag. Pero su obra cumbre fue precisamente la Samp, todo un outsider venido a más y con mayor espíritu ofensivo que la mayor parte de los italianos. Allí ganó una Recopa (89-90), dos Coppas italianas (87-88 y 88-89) y, por encima de todo, el Scudetto 90-91, único de la historia de la entidad. Por eso, este recuerdo de la afición en un partido a domicilio al poco de su fallecimiento, en 2014:

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Por detrás de Boskov, figuran otros italianos –o que entrenaron en el bel paese-, como Luigi Radice (14 duelos contra Diego, cuando dirigía a Torino, Roma y Bologna); o Giovanni Trapattoni, Osvaldo Bagnoli y Sven-Goran Eriksson (12 cada uno). Los primeros argentinos de este ranking son Carlos Griguol, José Omar Pastoriza, Reynaldo Volken y Juan Carlos Lorenzo, con 10 por barba.

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La paradoja de Ottavio Bianchi

Ottavio Bianchi. Foto: rivistalaroma.it.

Entrenador y estrella chocan a menudo, y más cuando hay personalidades fuertes de por medio: ¿alguien duda de que la de Maradona lo es?

El ‘10’ tuvo 20 técnicos en su larga carrera, incluso menos porque tres de ellos fueron meramente circunstanciales. Y con unos cuantos, el crack se enemistó alguna vez. Fue una pelea literal con Bilardo en el Sevilla; tuvo sus más y sus menos con Menotti en la Selección, sobre todo cuando le excluyó del Mundial ’78; qué decir de su gresca continua con el estricto Udo Lattek en el Barça; con Marzolini, en Boca, tampoco hubo feeling perfecto…

Pero, cada vez que a Diego le preguntan por el peor entrenador de su vida como futbolista, sobresale un nombre: Ottavio Bianchi, en el Napoli. En una entrevista para la revista argentina El Gráfico, en 2007, respondía concretamente esto del bresciano: “No sa­bía na­da y te­nía un equi­pa­zo. Era una co­sa la­men­ta­ble”.

El ‘míster’ bresciano, poco dado a la sonrisa y al halago fácil, en general no era muy querido por la volcánica plantilla partenopea. La paradoja es que, con Bianchi en el banquillo napolitano (1985-89), Maradona logró los mejores éxitos de clubes de su vida deportiva: el primer Scudetto de la entidad (86-87), una Coppa Italia (el mismo 86-87) y la Copa de la UEFA (88-89).

Pero por otro lado, Bianchi puede presumir de que fue quien más veces tuvo la ocasión de dirigir al genio: 161 partidos oficiales, todos con el Napoli. Los siguientes vienen lejos: son Carlos Bilardo, el único que ha dirigido a Diego en tres ámbitos diferentes (la Selección, Sevilla y Boca), con 73 encuentros de competición oficial; y Albertino Bigon, el otro ‘napolitano’ (62).

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Pequeño golpe, gran castigo

El delito.

La rodilla derecha del genio no marchaba bien al inicio de la temporada 85-86, su segunda en el Napoli (quién lo diría, al final de la misma). Se llegó a especular seriamente con que sería operado precisamente para facilitar su presencia en el Mundial. Lo más increíble, el motivo de la lesión en el menisco: la patada de un hincha venezolano, en la previa de un duelo internacional entre la Albiceleste y la Vinotinto…

En esas, otro domingo como hoy, el 24 de noviembre de 1985, se pasó por San Paolo el Udinese, que ya se había quedado sin Zico y estaba demasiado cerca de los puestos de descenso. El Napoli, en cambio, estaba en el vagón de arriba, aunque solo fuera la jornada 11 de las 30 que tenía la Serie A por entonces.

Al minuto 9, golazo maradoniano en un tiro libre desde el lateral del área grande, a unos cuatro metros de la línea de fondo. Con poco ángulo y mucho efecto, la clava por el ángulo más lejano. ¡Impresionante! Pero lo más noticioso sucede a 10 minutos del descanso.

Criscimanni, centrocampista visitante, entra feo a Maradona, apuntando directamente a la rodilla derecha: es un secreto a voces que es su punto débil. Lo del ‘Pelusa’ es humano: se levanta como un resorte, propina un leve cabezazo a su agresor –más amago que impacto- y este teatraliza la respuesta. ¡Roja directa a D10s! “Es la primera falta que hago en el año”, se queja Diego, despedido por los suyos con atronadora ovación, interpretable a la vez como crítica al árbitro Mattei. Para mayor escarnio, el Udinese empatará en el 79.

Se trata de la segunda y última expulsión maradoniana en su largo trasiego italiano (siete temporadas, 259 encuentros oficiales). Además, fue la única que acarreó suspensión. En la temporada anterior, 84-85, también vio la cartulina colorada contra el Ascoli, en otra acción exagerada por un adversario. Pero en aquella ocasión, la justicia deportiva le quitó rápidamente la sanción, tras revisar el vídeo; esta vez lo tenía más complicado.

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Primer mano a mano a 11 metros

Tal día como hoy, en 1977, era miércoles, pero hubo fútbol en Argentina. Se jugaba la 2ª jornada del Campeonato Nacional, el segundo torneo de la Primera División de entonces. A Argentinos Juniors, equipo del meteoro Maradona, le correspondió arrancar con visita a Unión de Santa Fe, donde defendía puerta un tal Nery Pumpido, el mismo que alcanzaría la gloria junto al ‘Pelusa’ en México ’86 (ver foto inferior). El de Villa Fiorito cumplía 50 partidos exactos en la máxima categoría.

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Al poco del pitido inicial, el ‘Oveja’ Telch, centrocampista internacional albiceleste, ya había puesto por delante a Unión. Pero a los 25, Carlos Fren fue objeto de penalti a favor de Argentinos. Ya no estaba con Argentinos Carlos ‘Bartolo’ Álvarez, el que los tiraba hasta el campeonato anterior (Metropolitano ’77): le fue tan bien (27 goles, 7 de ellos de ‘penal’), que se lo había llevado Boca…

Así que, momentazo histórico: Maradona, un chaval de 17 años y 24 días de vida, se enfrenta a la responsabilidad del mano a mano contra el portero a 11 metros de distancia, por vez primera entre los mayores. El que está enfrente, Pumpido, no es exageradamente mayor (20 años), pero gana el más niño: ¡gol de Dieguito!

Contando solo los partidos de competición oficial, Maradona lanzará en total 109 penaltis (se incluyen siete tandas de desempate), y convertirá 90. Supone una efectividad del 82,6%, altísima en un jugador que tiró tantas veces desde el punto fatídico. Está reconocido como uno de los grandes especialistas de siempre.

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Jugar contra siete no es jugar

Diego Armando llevaba apenas un puñado de partidos en el Sevilla, que aspiraba a intentar revivir con el ‘10’ otra fábula sureña como la napolitana. No saldría así, pero aún tardaría en romperse el embrujo. A 22 de noviembre de 1992, la ilusión era máxima en la afición hispalense y en el propio jugador, que tras sus 15 meses de sanción por consumo de cocaína luchaba por resucitar una vez más, y acercarse a ser quien fue.

En esas, aquel domingo los andaluces que dirigía Bilardo visitaban al Celta de Vigo, recién ascendido que buscaba un futuro fijo en Primera. El gran poder de aquel Celta de Txetxu Rojo radicaba en no encajar y tratar de rentabilizar sus escasas dianas (terminaría la Liga como equipo menos goleador y segundo menos goleado). Por eso, sorprende el festivo 1-2 con el que se llegó al minuto 10.

Sí, primero Gudelj adelantó a los vigueses (1-0, minuto 4). A continuación, ‘D10s’ sacó brillo a la zurda mágica para marcar de tiro libre, el penúltimo de su carrera en partido oficial: desde la frontal del área, la coló  a media altura junto al poste derecho, inalcanzable para el meta Cañizares (1-1, minuto 6). Y unos 180 segundos más tarde, Bango cabeceó a la escuadra un córner botado por el propio Maradona (1-2).

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Pero la noticia no fue el primer gol ‘no de penalti’ del Diego sevillista, ni la primera falta certera desde la campaña 89-90, ni el primer triunfo como visitante del ‘Pelusa’ con su nueva casaca. La noticia fue el árbitro Díaz Vega, quien, quizá inspirado por el colorado de la camiseta visitante del Sevilla, disparó cuatro tarjetas rojas contra los gallegos en menos de media hora, algunas exageradas. Y el partido, claro, terminó siendo un sainete, siete contra once. ¡Todos expulsados locales!, imaginemos el humor del público…

Las víctimas, por orden, fueron Ratkovic (minuto 59, roja directa), Juric (minuto 74, segunda amarilla), Engonga (84, ídem) y Gudelj (88, roja directa). Valor no se le podía negar al colegiado, que tuvo que salir de Balaídos escoltado (como el autobús sevillista); pero acierto, sí.

Es el partido oficial maradoniano en el que menos jugadores contrarios terminan sobre el césped. Alguna amarilla vista por los guillotinados fue por protestar, y el ‘Pibe de Fiorito’ no pudo evitar solidarizarse con los rivales: “Los jugadores no pueden hablar, y eso se ha demostrado con las expulsiones de los chicos del Celta. Se sacan muchas tarjetas por hablar y muy pocas por dar patadas”.

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Barbas por todas partes

Maradona intentó que lo fichara el Napoli, pero nunca consiguió jugar con su compatriota Juan Barbas, salvo en la Selección. Era una ilusión para él. Cuando el victorioso Mundial Sub-20 de Japón ’79, donde compartieron habitación en la concentración, los dos pibes labraron una gran amistad. Después formaron parte de la Albiceleste de mayores, incluso en el Mundial ’82. Pero, fuera de ahí, no coincidieron en clubes.

Barbitas, como le llamaba el genio, habría ayudado mucho al Napoli, como a cualquier equipo. Era un centrocampista o lateral fantástico, completo: bueno técnicamente, jugaba y trabajaba en cualquier sector del campo, y además tenía bastante gol por su gran disparo. Durante las temporadas 82-83 y 83-84, cuando militaba en el Zaragoza, la revista Don Balón le escogió mejor extranjero de la Liga española, ¡coincidiendo con los años de Maradona en el Barça! (es verdad que el ‘Pibe de Oro’ solo jugó realmente ‘dos medias temporadas’, por culpa de una enfermedad y de Goikoetxea…).

La curiosidad viene por otro lado. Diego Armando se ha enfrentado a cientos de jugadores, pero el único que ha tenido como adversario en las tres ligas nacionales que disputó es precisamente a Barbas. Primero compitieron en el campeonato argentino, cuando Maradona defendió a Argentinos Juniors y Boca Juniors, y Barbas a Racing de Avellaneda; después coincidieron en España (Barcelona vs. Zaragoza); y por último en Italia, pues durante los años napolitanos del crack, Barbitas defendía al Lecce…

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La barrera no es problema (1978)

Exagerando mucho, se puede decir que hay días en que los lanzamientos de falta parecen penaltis, sobre todo si chuta el hombre adecuado.

Eso pudo pensar la afición de Argentinos Juniors otro 19 de noviembre como hoy, el de 1978. Fue entonces cuando las ondas radiofónicas procedentes de la remota provincia de Jujuy –o la prensa del día siguiente- les hicieron conocer que su Dieguito había marcado dos tiros libres en el mismo partido del extinto Campeonato Nacional, torneo que cerraba la temporada argentina por entonces. Fue su primer doblete de falta, de cuatro que logró a lo largo de su carrera en partido oficial. Otro ya lo hemos repasado aquí.

Aquel compromiso de hace 41 años fue eso, casi un compromiso, porque los dos equipos se sabían prácticamente pre-eliminados de la fase de grupos del Campeonato Nacional, aunque aún quedara mucho (fecha 5 de 14). El local era el modesto Altos Hornos Zapla de Palpalá, ciudad a 1.300 kilómetros al noroeste de Buenos Aires: por potencial, parecía difícil que entrara entre los dos primeros del grupo, que eran los que seguirían en competición.

El visitante, Argentinos Juniors, solo podía contar con su joya durante los partidos de jornadas impares (!), porque el resto del tiempo está concentrado con la Selección Sub-20. Pronto, para la segunda vuelta de la liguilla, el combinado nacional juvenil se lo llevará definitivamente. Sin él, todos en el barrio de La Paternal saben que no habrá posibilidades.

Quizá por todo esto, pese al enorme calor que soportan los protagonistas, el partido es de juego desinhibido, y gana el Bicho Colorado por 1-2. En la segunda parte, el doblete. En la primera estocada, una galopada del ‘Pibe de Fiorito’ es cortada en falta al borde del cuadrilátero: la clava por el ángulo. En la segunda tiene más suerte: otro tiro libre, chut del ‘10’, pega en la barrera para desconcierto del portero y dentro.

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