El sueño de cualquiera, cumplido a los 16

Niño con funciones de adulto. Fuente: losandes.com.ar.

No hay futbolero argentino que pueda pasar de largo ante el 27 de febrero. Hoy lo es, es decir que toca recordar el 44º aniversario del estreno de un tal Diego Armando Maradona como internacional ‘A’, ¡con su querida camiseta de la Selección! En 16 años y 120 días de vida hizo realidad el sueño imposible de millones de compatriotas.

Se ha hablado mucho de aquella velada dominical en la mágica Bombonera, que acogía un amistoso Argentina-Hungría. Dos días antes, el viernes, el seleccionador César Luis Menotti comunicó al juvenil ‘Pibe de Fiorito’ que le había convencido en algunos entrenamientos con los internacionales mayores: se concentraría con el equipo. Y “quiero decirle que si el partido viene bien, si ganamos sin problemas, usted va a jugar un rato”, le dijo el ‘míster’ al chaval, según relataba uno de los especiales de El Gráfico.

¡Cumplió! A los 48 minutos, Argentina ya se imponía por 5-0. A los 65 minutos, Menotti dio entrada al imberbe, al que le pidió tranquilidad y que hiciera simplemente “lo que sabe”. Con el dorsal 19, sustituyó al centrodelantero Luque y, pese a los nervios, dio un gran pase de gol que Houseman no logró transformar. El choque concluyó 5-1.

Ya estaba. Tras ese por lo demás intrascendente compromiso, el niño Dieguito no volvería a la celeste y blanca de mayores hasta agosto. Pero aquel 27 de febrero de 1977 empezó a abrir la puerta hacia la futura gloria, ¡cuando solo llevaba 12 partidos en Primera División!

Y, nueve años más tarde… Foto: Album / picture alliance / Werek

Según la FIFA, sus cifras como internacional de Maradona son de 91 partidos y 34 goles. Estos se reparten casi en dos mitades entre encuentros de competición oficial (44/16, los que más detallaremos en Maradona, obras completas) y amistosos de diverso tronío (47/18). Incluso, el genio participó en más de 100 partidos con Argentina, si incluimos también los amistosos ‘no FIFA’ contra clubes o incluso contra combinados regionales de su país.

Los números importan menos. ¿Quién no se imagina la camiseta albiceleste con un dorsal número 10 y unos rizos negros coronando el conjunto?

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Cara a cara contra sus ‘ex’

Diego&Pep, allá por 1993. Foto: VintageFooty.

Te haya ido bien, mal o regular, si eres jugador de cualquier especialidad y te enfrentas a tus ‘ex’, es imposible que sea un partido más para ti. Por supuesto, en la carrera de 633 choques de competición oficial de Diego Armando Maradona, eso sucedió relativamente a menudo.

Salvo en el Napoli (único equipo donde jugó en Italia: 259 partidos), Diego tuvo delante a todos sus otros equipos al menos en una ocasión. Bien es verdad que, en muchas de esas, la sensación descrita al principio no existió: aún no sabía que alguna vez vestiría esa camiseta… ¡Repasemos!

– El ‘Pibe de Oro’ nació y creció en Argentinos Juniors (166 partidos allí, 1976-80). Y en su última etapa profesional, de vuelta a Boca Juniors (1995-97), volvió a enfrentarse a su primer amor en tres partidos (a los de La Paternal les hizo su último gol de tiro libre, de hecho).

La pregunta es: ¿por qué no se encontró al Bicho Colorado antes, en su recordada etapa auriazul de 1981? Porque no podía, por contrato: Boca no había podido fichar a Maradona, sino que lo obtuvo cedido, a cambio de una millonada. Y una de las condiciones del llamado allí ‘Pase del Siglo’ era, precisamente, que no pudiera actuar contra el club al que aún pertenecía, aunque jugara para otro…

– Como hemos hablado, Diego aterrizó en Boca en 1981, y entre sus dos etapas en la Ribera completó 71 encuentros oficiales. Durante su carrera, se midió contra ‘La mitad más uno’ en nueve oportunidades, ocho de ellas como miembro de Argentinos Juniors. Y solo en una de esas ya era su ex equipo: fue en su visita a La Bombonera con Newell’s, en 1993. Un par de años después, como sabemos, retornaría con los ‘xeneizes’.

– Después de Boca, Maradona marchó al Barcelona en 1982 (58 encuentros en Can Barça). Se encontraría al gigante catalán en un partido en su único curso en el Sevilla, 92-93.

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– Tras hacer historia en Nápoles y su famosa primera sanción, el ‘10’ fichó por el Sevilla, donde participó en 30 encuentros. En su época barcelonista (1982-84) ya se había medido con los andaluces en tres ocasiones, aunque obviamente no conocía que su futuro estaría allí.

– Y a Newell’s, al que perteneció brevemente durante cinco choques oficiales (1993), se enfrentó tanto antes como después de dicha aventura rojinegra. De hecho, es el ‘ex’ (o, casi mejor dicho, ‘futuro ex’) contra quien más veces jugó: 12 veces en total, dos de ellas después de haber pasado por la entidad rosarina. Precisamente a los ‘leprosos’ les hizo el último gol de su carrera deportiva, un penalti convertido en un choque disputado en La Bombonera el 14 de septiembre de 1997.

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¡Triplete maradoniano contra la Lazio!

La cámara de la RAI lo muestra domesticando el cuero.

En aquel fascinante pero cerrojerísimo Calcio de los 80, marcar un solo gol otorgaba posibilidades inauditas de vencer. En la temporada 84-85, la primera del ‘Pelusa’ en el Napoli, solo hubo dos tripletes en 240 partidos. ¡Dos! Uno lo conseguiría el anónimo Di Carlo (Roma) en la antepenúltima jornada, en un 0-5 contra el descendido Cremonese; fueron sus únicos tres goles en la campaña… Y el otro, un tal Maradona en un Napoli-Lazio, tal día como hoy en San Paolo y hace 35 años (24-2-85, 20ª jornada de las 30 de aquella liga italiana).

La Lazio que dirigía el también argentino Juan Carlos Lorenzo marchaba en penúltimo puesto, y el ‘Burro’ (mote del Napoli) iba remontando ya con ciertas esperanzas europeas, tras una fructífera concentración de Año Nuevo. Diego Armando, adaptado a la Serie A, tendía a salirse, pero contra los capitalinos fue un bólido, firmando su primer y único hat-trick en sus siete años a los pies del Vesubio.

Tras un primer tiempo insulso (0-0), el ‘Pibe de Oro’ aplicó el rodillo.

1-0 (m. 58): el crack ronda el área, recoge una errónea cesión de un defensa al portero Orsi, controla con la derecha y fusila con la zurda, desde la frontal del área chica.

(2-0 (m. 78): no lo marcó ‘Él’, sino Filisetti en propia puerta, pero… ¡a centro de Maradona!)

3-0 (m. 84): el astro pugna por una pelota a unos cinco metros de la frontal del área, algo escorado a la izquierda. Logra robar el balón y se inventa desde ahí un forzadísimo y fuerte chut parabólico a la media vuelta, por encima del guardameta. ¡Impresionante!

4-0 (m. 87): la felicidad es completa cuando saca un córner muy cerrado, el portero mete puños pero no puede evitar que se cuele por la escuadra del primer palo. ¡Primer y único gol olímpico maradoniano en partido oficial!

Vídeo, por si los despistados:

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El otro título del ‘10’ con la Selección absoluta

¡Campeones! Foto: diario ‘La Capital’ de Mar del Plata.

Si pensamos en Maradona y en la Albiceleste, automáticamente nos trasladamos a México ‘86, lo máximo en cuanto a una actuación de un jugador en una Copa del Mundo. Esto oscurece otros numerosos momentos maradonianos en sus muchos años como internacional (1977-94), buenos, malos e intermedios. Entre ellos, el medio anónimo otro título oficial de Diego con la Selección de mayores (por tanto, sin el Mundial Juvenil del ’79): la Copa Artemio Franchi de 1993, que alzó como capitán hoy hace 28 años en Mar del Plata.

Dicho campeonato, que llevaba el nombre de un fallecido vicepresidente de la FIFA, está considerado uno de los antecesores de la actual Copa Confederaciones. Fue una suerte de Copa Intercontinental entre los campeones de América y Europa, que ya había sido celebrado y en 1985 y 1989 (aunque en la segunda solo tuvo carácter amistoso). Se trataba precisamente de Argentina, vencedora de la Copa América de Chile ‘91, y Dinamarca, sorprendente campeona de la Eurocopa de Suecia ‘92.

Es verdad que la Albiceleste tuvo doble ventaja. Primero, el título se jugaba a único partido, y este se disputó en el estadio mundialista de Mar del Plata, ¡Argentina! Y segundo, ¡había vuelto ‘Él’!, tras dos años y medio de ausencia internacional.

Como vimos, Diego Armando había retornado al equipo de todos apenas seis días antes, en un amistoso contra Brasil del 18 de febrero. A continuación, el día 21, completó junto a Simeone un esperpéntico viaje a España para participar en el partido de Liga Logroñés-Sevilla (derrota por 2-0). Y, pese a la prohibición del club, ambos regresaron a su país para la Artemio Franchi. Aquí empezaría el ocaso dieguil en el Sevilla.

¿El duelo contra los nórdicos? Competido, con más balón para los del Cono Sur pero mucha lucha, y 1-1 tras 120 minutos de igualdad. Se adelantó Dinamarca con autogol de Craviotto, pero igualó Caniggia a la media hora, tirándose a asegurar un chut cruzado de Batistuta que parecía ir fuera. Casi ni tocó, pero sí lo suficiente.

¡Vaya tres!, Batistuta y el ’10’ acuden a felicitar a Caniggia.

¿El ‘10’? Solo correcto hasta el alargue, bien marcado y resentido del sobreesfuerzo de los días anteriores; pero soberbio en la media hora final, cuando se luce en un par de gambetas de las suyas, le pone el presunto gol a Darío Franco en la cabeza –no lo hubo- y manda un tiro rápido de falta al poste.

Así que habría penaltis de desempate. Maradona transformó el primero de Argentina, que estableció el 1-1 parcial desde los once metros. Y de ahí, volvió a emerger el mito bajo palos de Italia ‘90, un Goycochea que detuvo dos lanzamientos, por uno del otro arquero, el excelente Peter Schmeichel. 5-4 para la celeste y blanca en la tanda, ¡nuevo título para Argentina y para Maradona! Lo celebró con brío: no suele haber muchos a lo largo de cualquier carrera internacional, y de hecho fue el segundo y último entorchado para el ‘10’ con la Selección.

Resumen amplio:

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(1981) Éxtasis auriazul: debut (oficial) de Maradona

Fuente: @BocaJrsOficial

El ‘10’ acababa de cambiar de dimensión: había fichado por Boca Juniors, su primer gigante, dejando atrás casi de golpe la más barrial, entrañable y larga época en Argentinos Juniors. Pero la semana que desembocó en su debut oficial con la casaca auriazul aquel domingo 22 de febrero de 1981 no fue nada tranquila, incluso al margen de la última hora de las negociaciones.

Todo en secreto, la semana maradoniana empezó a torcerse el martes 17 cuando, ¡entrenándose aún con Argentinos Juniors!, el ‘10’ sufrió un doloroso tirón en el muslo derecho, que le llevaría varias semanas por la calle de la amargura. Pero eso no se podía decir, o no convenía divulgarlo: lesionadísimo pero tratando de que no se notara, el viernes 20 disputó en La Bombonera el amistoso de su presentación, precisamente un duelo entre sus escuadras saliente y entrante, en la que lució la camiseta del Bicho en el primer tiempo y la de los ‘xeneizes’ en el segundo.

A la callada dolencia del ‘Pelusa’ no le había venido bien el amistoso, pero obviamente menos aún podía faltar el ‘10’ al Boca-Talleres de Córdoba del domingo 22, de nuevo en el templo ‘bostero’. Precisamente ante Talleres había debutado en Primera en 1976, justo contra los cordobeses lo haría de forma oficial con el coloso de la Ribera. El Campeonato Metropolitano, léase el primer torneo de Primera División de la temporada, se abría ahí; el protagonista del traspaso (en realidad, cesión) máximo del fútbol argentino no podía permitirse no estar.

Y el resto es historia. El idilio se consolidó a las primeras de cambio, porque Boca, donde medio equipo y el entrenador también eran nuevos, se impuso por 4-1. Y porque ese Maradona que no pudo moverse demasiado –pero consiguió disimularlo- marcó dos goles, ambos de penalti, y dio los otros dos, ambos al talentoso Brindisi. La cosa empezaba bien y, tras muchos altibajos, terminaría aún mejor en la última jornada.

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El ‘partido partido’ de Maradona

La vieja cancha de Argentinos Juniors, testigo mudo de aquel curioso encuentro troceado. Fuente: viejosestadios.blogspot.com.

Arrancaba la temporada 1977 para Argentinos Juniors. Aquel año, el calendario era verdaderamente loco: a los organizadores les salió un Campeonato Metropolitano de 46 jornadas (!), tan largo que el siguiente torneo oficial, el Nacional ’77, terminaría en 1978… Pero todavía las fuerzas estaban intactísimas: el Bicho Colorado estrenaba campaña recibiendo en casa a Quilmes y con su megaestrella juvenil, aquel Dieguito de 16 años, ya en la primera plantilla desde el principio.

Así que todo era ilusión en el barrio de La Paternal cuando los entonces dirigidos por Antonio D’Accorso saltaron a su cancha de tablas aquel domingo 20 de febrero de 1977, 1ª fecha del Metro eterno. En el minuto 3, el ariete Carlos Álvarez –que terminaría máximo goleador de la competición- ya había puesto a Argentinos por delante, al rebote de un tiro libre enviado al travesaño por el imberbe Maradona… Pasada la media hora, Filardo empató para los ‘cerveceros’.

Pero a las nubes de Buenos Aires no les apetecía más fútbol. De pronto, lluvia torrencial. Y más, y más. Ya hubo un amago de suspensión a 180 segundos de alcanzar el entretiempo, cuando los jugadores esperaron en vestuarios durante 20 minutos. Finalmente, el árbitro Feola les animó a que salieran a completar los 45 de la primera parte, y conseguido esto decidió que no se jugaba más.

Aquel Dieguito de los años mozos. Fuente: xenen.com.ar.

No fue el único caso. De los 11 partidos del Metropolitano en aquella jornada, otros tres también fueron aplazados al descanso por las trombas acuáticas (River-Temperley, Vélez-Boca y Banfield-Huracán), y otro incluso antes, a los 36 minutos (Atlanta-Rosario Central).

Los que mandaban decidieron que la segunda parte del Argentinos-Quilmes se jugara dos días después, el martes 22 de febrero. La tempestad había pasado, y el terreno de juego mantuvo la compostura. Sin embargo, y pese a la superioridad de Argentinos, el visitante Fortunato marcó en una jugada de rebotes y Quilmes terminó imponiéndose por 1-2.

Nunca más el ‘10’ jugaría un choque oficial repartido en dos días distintos, y eso que la extraña experiencia le llegó en el tierno partido número 12 de los 633 que firmaría en competición oficial.

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(1993) Paseando el ‘jet-lag’

Durante su carrera en Europa, Diego Armando protagonizó varios increíbles viajes relámpago de ida y vuelta a su país, a menudo con algún compromiso con la Selección de por medio, que le hacían llegar con la lengua fuera al partido de turno con su club.

Sin embargo, ninguno comparable al del 21 de febrero de 1993, cuando el ‘10’ jugaba para el Sevilla y tenía partido liguero en Las Gaunas, mítica cancha del modesto Logroñés. En una aventura coprotagonizada con su compañero el ‘Cholo’ Simeone, los dos argentinos aterrizaron en España tras un partido con la Albiceleste, pero solo pasaron unas 16 horas en Iberia antes de despegar de nuevo hacia su país, para otro encuentro de selecciones…

Pongámonos en contexto. Inopinadamente, el ya veterano y castigado Maradona había recuperado un gran nivel en el Sevilla, lo que le supuso que el ‘Coco’ Basile le convocara de nuevo con la Albiceleste: fue un amistoso contra Brasil disputado en la cancha de River el 18 de febrero. El club andaluz que pagaba a Maradona y el también internacional Simeone les había dejado marchar a regañadientes, pero exigiéndoles que volvieran cuanto antes al partido en la pequeña ciudad de Logroño (21 de febrero) y renunciaran al encuentro oficial del 24 de febrero, esta vez en Mar del Plata contra Dinamarca, por la copa intercontinental Artemio Franchi.

Efectivamente, Maradona y Simeone jugaron el amistoso ante Brasil y… empezaron los problemas. Desde Buenos Aires comenzaron a asegurar que era absurdo volver atropelladamente a España, que iban a llegar “muertos” a jugar, que no podrían ayudar al equipo en esas condiciones… Pero el club no dio su brazo a torcer, y tuvieron que regresar. Además, ya se sabía que, como nadie podía ponerles una pistola en la cabeza, los dos rioplatenses retornarían enseguida a su país para el duelo contra los daneses.

Avión, avioneta y taxi

Así que, en un esperpéntico viaje, los dos gauchos se comieron un fascinante Buenos Aires-Logroño-Buenos Aires, resumidamente así: despegan el sábado porteño y aterrizan en el aeropuerto madrileño de Barajas pasadas las seis de la mañana del domingo, cuando el pitido inical iba a sonar esa misma tarde, poco más de 11 horas después.

Desde Madrid, una avioneta los deposita en Vitoria, y completan el viaje de ida por carretera (algo más de una hora en taxi hasta Logroño). Se pasan por el hotel de  concentración hispalense, descansan un poco y a las 17.00 horas son de la partida en el encuentro, con todo el horario cambiado a  cuestas, y con muy flojo partido en la derrota sevillista 2-0, especialmente flojo por parte del ‘10’.

Termina el choque en torno a las 19.00 horas, atienden unos minutos a la prensa, porfían con los directivos de su club y Diego señala que no tiene tiempo de explicarse a fondo con el presidente Cuervas, porque “si hablo con él, pierdo el avión”. Arranca el viaje de vuelta: antes de la medianoche, ya están cruzando al Atlántico de vuelta a casa.

Todo este lío sería un golpe mortal para la relación Maradona-Sevilla FC, el pistoletazo de salida para otros muchos contratiempos que terminarían con el ‘10’ y el equipo desmoralizados, en forma declinante y hartos mutuamente.

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20-02-81: cuando Diego jugó para Argentinos… y Boca

Ciego a flashazos, en los primeros pasos como ‘xeneize’. Fuente: imborrablebloca.blogspot.com.

La tristeza de la despedida del primer amor y la alegría de cruzar a otra dimensión se unieron aquel viernes, 20 de febrero de hace 40 años, cuando se consumó el primer llamado ‘Pase del Siglo’. Ya saben, Maradona dejaba Argentinos Juniors, el club donde llegó cuando apenas levantaba del suelo, por el gigante Boca Juniors, del que era fan –con permiso del Independiente de Bochini-.

Fue un bombazo en la época, una cesión (y no un traspaso) por unas cifras nunca vistas entre dos clubes del país del ‘10’ (abajo, más detalles). Casi desde su debut en Primera (1976), el ‘Pibe de Fiorito’ y su Bicho Colorado no habían dejado de recibir ofertas para que cambiara de aires, y la entidad de La Paternal logró retener al creciente crack durante cuatro años y medio. Pero el club ya no daba más de sí ante la presión de los más pudientes. “A Maradona no lo podemos mantener, me siento fracasado”, confesó Próspero Consoli, máximo dirigente de Argentinos.

El caso es que, tras las arduas negociaciones y el acuerdo de palabra de varios días antes, el papel no se firmó ante las cámaras hasta el mismo 20 de febrero de 1981, y ese mismo día se celebró en La Bombonera un curioso amistoso entre los dos clubes implicados. Diego Armando jugó una parte para cada equipo: la primera con Argentinos Juniors, la segunda con Boca. En el entretiempo cambió de camiseta y vestuario, obvio, y la vestimenta que dejaba se la regaló a Francis Cornejo, su descubridor. Después, marcó de penalti contra el que hasta minutos antes había sido siendo el equipo de su vida.

Portada de ‘El Gráfico’ con el mítico momento: aún vestido de Argentinos, se viene la auriazul. Fuente: imborrablebloca.blogspot.com

En general fue una exhibición futbolística emotiva y simbólica, pero el ‘10’ no pudo brillar, ni apenas moverse: ¡tres días antes había sufrido un tirón en un entrenamiento con el Bicho…! Por cierto, ganó la escuadra colorada, por 2-3. Y solo dos días más tarde debutaría oficialmente en el mismo escenario en la primera jornada del Campeonato Metropolitano, ese que el nuevo Boca ’81 debía ganar sí o sí… En cuanto a Argentinos, Diego nunca más volvería allí.

Algún detalle más de contexto del ‘Pase del Siglo’ de 1981:

– Gracias a las restricciones de la federación argentina (la AFA) a la exportación de talento, y también gracias a la inflexibilidad del seleccionador Menotti, Boca salió deportivamente beneficiado aquel 1981. Diego tenía un precontrato firmado con el FC Barcelona, pero se jugaba su presencia en el Mundial ’82 si dejaba el país (y ya había sido dolorosísima ausencia en Argentina ’78, por decisión del mismo técnico).

– Tras un curso 1980 más que gris, el nuevo presidente boquense, Martín Benito Noel (llegó al cargo ese diciembre), encabezó una auténtica revolución en la plantilla auriazul de cara a la temporada de 1981. Quería por ejemplo volver a conquistar algún campeonato argentino, que se les resistía desde 1976. Maradona en realidad fue la guinda que valía por todo el novedoso pastel. También llegaron otros grandes jugadores como Brindisi, Trobbiani, Morete… Unos lo hicieron mejor y otros menos.

El genio firmante, entre los presidentes Próspero Consoli (Argentinos, izquierda) y Martín Benito Noel (Boca, derecha). Fuente: imborrablebloca.blogspot.com.

– No obstante, como hemos comentado, ni así pudo la entidad ‘xeneize’ lograr un auténtico traspaso: el ídolo costaba demasiado, ya. En realidad, ¡solo fue una cesión por menos de año y medio!, ampliable precisamente tras la Copa del Mundo de España (no sucedería). La revista El Gráfico publicó las mareantes cifras de la operación, que incluía 2,5 millones de dólares que Boca abonó a Argentinos, en realidad 4 porque también se hacía cargo de 1,5 millones de su deuda.

– Pero quizá lo más sorprendente es que nada menos que otros seis jugadores entraban en la operación, y se mudaron de la Ribera a La Paternal: Osvaldo Santos, Eduardo Rotondi, Carlos Salinas, Carlos Randazzo, Miguel Ángel Bordón y el genio Mario Zanabria, estos dos últimos solo cedidos por un año.

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(1989) Temporal humano en Bérgamo

Fotograma de la celebración del gol de Diego, en la RAI.

El estadio Atleti Azzurri d’Italia de Bérgamo, hogar del Atalanta, siempre fue uno de los peores en cuanto ambiente contra el Napoli de Maradona, y aquel 19 de febrero de 1989 no fue una excepción. El ‘Burro’ del sur del país abría con aquel encuentro dominical la segunda vuelta de la Serie A 88-89, en la que el Inter marchaba líder a un ritmo trepidante, seguido de cerca por el mismo Napoli, un poco más asfixiado porque además iba escalando paralelamente en Copa de la UEFA y Coppa Italia.

A los meridionales, vestidos con una bonita equipación de camiseta roja y pantalón blanco, les cayó de todo, desde objetos sólidos (uno de ellos impactó en el jugador napolitano Carannante) hasta los más livianos pero asquerosos escupitajos. La directiva partenopea se queja del “clima de intimidación” que sufren sus jugadores. Y el choque en sí vale poco, es un forcejeo constante concluido en 1-1 con, eso sí, una nueva aparición de ‘Él’.

El ‘Pibe de Oro’ vivía una campaña marcada por las dolencias: ninguna fue tan importante como para hacerle parar durante mucho tiempo, pero se pasó casi todo el curso futbolístico andando, porque correr no podía. Su perseguidor bergamasco, Bonacina, puede con él casi siempre, y apenas contacta con el cuero. Sin embargo, en el minuto 40 centra Crippa desde la derecha y el crack se eleva con fuerza y cruza un perfecto y ortodoxo cabezazo a las mallas. Era el 0-1 parcial, que luego igualarían los lombardos de penalti.

Esa es la gran aparición maradoniana en un choque que también profundiza en una curiosa estadística: con el de esa fecha ya le habían señalado ocho penas máximas en contra en ese campeonato solo mediado, un dato impresionante para uno de los punteros de la liga italiana y no especialmente ‘leñero’. Sin embargo, hay un contra-dato sensacional también: la pena máxima transformada por el conjunto atalantino es la primera que les supone merma de puntos a los chicos del ‘10’.

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1993: ¿Lo estoy soñando…? ¡Diego albiceleste!

Un falso penalti transformado por Brehme en los últimos minutos significó el triunfo de Alemania Federal sobre Argentina en la terrible final del tedioso Mundial de Italia ‘90. Las lágrimas de ‘D10s’ presidieron la entrega de medallas, pero nadie podía imaginar que aquel había sido su último partido internacional en mucho, mucho tiempo. No pocos temieron que aquel Diego que soñaban cabalgando de celeste y blanco con el balón jamás volviera al equipo de todos sus compatriotas.

Tras el subcampeonato planetario, al crack le pasó de todo, y muy poco positivo: mala última temporada 90-91 en el Napoli, culminada en positivo por cocaína y sanción global de 15 meses sin poder jugar al fútbol. Detención escandalosa en su país y en posesión de drogas, con las cámaras convenientemente avisadas. Depresión, amago de retirada, progresiva recuperación del ánimo. Y, recién expirado el castigo deportivo, vuelta al deporte en el Sevilla, reto nuevo.

Aquel Maradona falto de forma pero repleto de ganas aterrizó en la capital de Andalucía en septiembre de 1992, y para febrero de 1993 había vuelto razonablemente a brillar, recordando al de unos años atrás en Nápoles.

Así que el reencuentro ya estaba cantado: el seleccionador Alfio ‘Coco’ Basile le convocó para un amistoso internacional contra Brasil (¡el clásico planetario, quizá!) a disputarse el día 18 del segundo mes en el Monumental de Buenos Aires, con el que la AFA (la federación argentina) festejaría su propio centenario. Solo días después, Maradona también estaba llamado a una cita más seria, un duelo contra Dinamarca por la Copa Artemio Franchi (preludio de la actual Confederaciones), con un título intercontinental oficial en juego.

Pose inconfundible.

Estas dos citas supondrían un loco doble viaje maradoniano Sevilla-Argentina, con partido de Liga española en mitad de los dos choques de selecciones. El club que le pagaba prohibió que participara en el segundo encuentro, pero Diego Armando hizo oídos sordos. Quería volver a escuchar el himno en el césped y con el brazalete de capitán, sentir el calor de la hinchada: nadie se lo impediría. Desde ahí empezaría su cuesta abajo como sevillista.

Por tanto el 18-2-1993, en mitad de un ambiente brutal, el Rey Arturo de la Albiceleste volvió a encabezar a los suyos contra la canarinha, más de dos años y siete meses después de su última vez. El encuentro no tenía más trascendencia, pero resultó competido y entretenido, un 1-1 con goles de Mancuso y Luiz Henrique.

Otra vez rodeado de amarillos, como en octavos de Italia ’90.

El ‘10’ dirigió bien a sus compañeros, metió buenos balones, se mostró intenso, mandó un tiro libre al travesaño y falló una volea en posición clara. Fue a menos con el paso de los minutos, pero en general realizó una actuación satisfactoria y aplaudida, emocionante casi. Lo importante estaba conseguido: ¡había vuelto!

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