(1991) Borroso adiós del hombre que cambió al Napoli

Fotograma de un encuentro triste.

La irrepetible carrera italiana de Diego Armando Maradona terminó hoy hace 30 años. Aquel domingo, el Napoli que llevaba siete temporadas liderando fue barrido por la Sampdoria de Génova, inminente campeón, en su campo de Marassi (4-1). A la semana siguiente saltaría la noticia del doping positivo por cocaína del crack, producto de un control realizado tras el Napoli-Bari de la anterior jornada.

Por tanto, oficialmente no se sabía que era el adiós del ‘10’, pero ya todo pareció deslavazado. Ni siquiera el equipo celeste parecía ser él, ya que vistió una poco habitual equipación de camiseta roja con detalles blancos y pantalón azul. Y en el campo, al ‘Burro’ le cayeron dichos cuatro de los blucerchiati, como en la primera vuelta.

Maradona, bajo de forma casi todo el curso, jugó sin energía ni convicción, quién sabe si callado sabedor de lo que se le venía encima. Para la contabilidad dejó, eso sí, su último tanto como partenopeo, un penalti de poco valor (fue el 3-1) en el que resolvió ante el meta Pagliuca. Esa tarde en realidad marcó tres veces: el mismo penalti en un primer intento, transformado pero que el árbitro mandó repetir; y un tanto tras regatear al portero, invalidado por fuera de juego.

El último disparo certero en Italia.

De esta triste forma terminaba sobre el césped la mayor epopeya jamás contada. Fueron 259 partidos oficiales maradonianos en Nápoles, con 115 goles, miles de jugadas irrepetibles… y el equipo situado en cotas que nunca había visitado, ni ha vuelto a conquistar.

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(1996) Maradona, otra vez capitaneando a Boca

Un inicio prometedor de torneo.

Aquel 8 de marzo de 1996 comenzaba el Torneo Clausura de la temporada argentina 95/96, la última campaña completa de Diego Armando Maradona en el fútbol profesional, en la buscaba de nuevo un título con el que despedirse del deporte al que tanto había engrandecido. La competición se abrió con un Boca Juniors-Gimnasia y Esgrima de Jujuy, saldado con 4-0 para los ‘xeneizes’, pero fue un partido raro en muchos, muchos aspectos.

– El ya muy veterano ‘Pelusa’ volvía a capitanear a la escuadra auriazul de sus amores, pero a punto estuvo de no hacerlo. Desde que terminó el anterior torneo, el Apertura ‘95, habían pasado dos larguísimos meses y medio, sorprendentes dado que Apertura y Clausura formaban parte de la misma temporada.

Y claro, tantas semanas en el universo maradoniano equivalen a mucho más tiempo en cualquier otra persona. El principal punto de fricción era que el nuevo presidente del club, el jovencísimo empresario Mauricio Macri (muy lejos llegará desde aquella plataforma de popularidad), había elegido como entrenador del nuevo proyecto al otrora seleccionador Carlos Bilardo. El ‘Narigón’ era en ese momento todo un ex amigo de Maradona, con el que terminó a golpes en su etapa común en el Sevilla

Tras muchos altibajos, el ‘10’ consintió en volver a estar a las órdenes de Bilardo “porque así lo quiere la hinchada”, y siempre manteniendo ciertos privilegios…

– A título anecdótico, Diego había borrado de su cabeza (literalmente) aquella franja dorada con la que se tiñó en su ilusionante primer retorno a Boca de meses atrás. Quizá le traía malos recuerdos tras la hecatombe final del Apertura ‘95 (de líder destacado a cuarto clasificado, en las últimas tres jornadas…). Quizá abandonó la guerra simbólica contra el seleccionador Passarella, poco amigo de los peinados rompedores, tras la muerte de un hijo de este. El caso es que el look dieguil volvió a ser clásico.

– Boca jugaba en casa… menos en casa que nunca. La Bombonera estaba de obras de remodelación, fundamentalmente en la zona de los palcos, y jugó sus primeros partidos como local de aquel Clausura ’96 en otro estadio de Buenos Aires, nada menos que el José Amalfitani. ¡El Fortín de Vélez Sarsfield!, a la sazón defensor del título y máximo favorito a repetir. Campeón y aspirante, en el mismo estadio…

– El 4-0 fue exagerado, aunque siempre con Boca con las riendas del pulso. Nada más iniciarse el encuentro, el crack de Villa Fiorito se dejó caer en el área y el árbitro señaló pena máxima, que transformó con maestría. Con ese acierto, se cerraba –sin que él lo supiera- su racha récord de penaltis convertidos sin fallo en competición oficial: 16 consecutivos dentro, todos desde las semifinales del Mundial de Italia ’90. Los siguientes cinco los marró (de largo otra plusmarca, en ese caso negativa) en este mismo Clausura ’96, una maldición que le marcaría para siempre.

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