(1988) Aquel Napoli coleccionista de récords

A punto de marcarle su gol al Avellino. Foto: https://avellino.zon.it/

Otro San Valentín, el de 1988 (hoy hace 33 años), el Napoli de Maradona recibía al Avellino en el derbi de Campania, por la 19ª jornada de las 30 que tenía entonces la Serie A italiana. Primero contra penúltimo del campeonato en San Paolo: a priori, un duelo desigual que se confirmó como tal, y en el que el astro y su equipo siguieron coleccionando marcas en una liga en la que aún eran felices.

Los partenopeos, lanzados en pos de repetir el título logrado en la temporada anterior, sacaban excelentes réditos de su ‘Fórmula Ma-Gi-Ca’ en ataque (ya saben, Maradona-Giordano-Careca, tres fenómenos). Pero el Avellino, de la ciudad homónima situada a menos de 50 kilómetros de Nápoles, tampoco se lo iba a poner fácil, porque pese a su romo ataque (sumaba 12 goles a favor en todo el torneo, por 26… ¡solo entre los tres napolitanos citados!), había arrancado nada menos que cuatro 0-0 consecutivos en sus últimas visitas.

Y los verdes, esa tarde de blanco, salieron peleones… pero solo les duró la solidez un cuarto de hora. Porque entre los minutos 17 y 22 una tempestad liquidó la contienda. Dos defensas, el líbero Renica y el lateral Francini, hicieron los dos primeros. En el tercero, Maradona sembró el pánico internándose en el área entre una nube de cinco rivales, para fintar y cruzar por bajo con éxito. De pronto, 3-0.

Un túnel portentoso.
Un ‘caño’ para el recuerdo.

El 4-0 de Romano, tras linda pared, llegó pasada la hora de juego, ya en plena siesta. Y, jugando a medio gas, Diego Armando deja una impresionante sensación de superioridad, plasmada por ejemplo en un túnel increíble al irpino Murelli, cuando el genio estaba de espaldas, aprisionado entre el adversario y el banderín del córner.

Pero además, los celestes y su capitán siguieron profundizando en su arsenal de récords de ese curso 87-88, que a la larga les valdrían de poco. En este partido, son tres las marcas reseñables:

– En lo colectivo, el equipo llegaba a los 40 goles marcados, muchísimos para el cerrojero Calcio de los 80. Para que nos hagamos una idea, en su anterior y gloriosa Serie A 86-87 el Napoli logró 41, ¡y en ese 87-88 aún les restaban 11 jornadas por disputar…!

– El ‘10’ cerró esa tarde (aunque aún no lo sabía) su racha de seis choques seguidos anotando gol, su récord personal en Italia. Al final marcaría 15, cifra que hoy parece no tan alta, pero entonces (y en Italia) lo era: le dio el título de capocannoniere

– Y, como gran curiosidad, el tanto al Avellino le supondría a Maradona otro curioso logro: ya le había marcado a todos los equipos de la Serie A 87-88, evidentemente contando también sus anteriores tres temporadas allí; hasta ese San Valentín, la puerta del Avellino era la única que le quedaba por batir.

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“¡Corre, Carnevale!”: para el genio no hay distancias

San Paolo acogía los últimos minutos del Napoli-Roma de aquella Serie A 87-88. Un torneo que, hasta este partido (21ª jornada de las 30 de la liga italiana), parecía que iba a ser una pasarela hacia el segundo Scudetto napolitano. Los acontecimientos demostrarían que no. Pero el ‘Burro’ llegó a ese encuentro con 5 puntos de ventaja sobre el segundo, el Milan de Sacchi, cuando las victorias aún daban solo dos.

Tampoco se puede considerar sorprendente que la Roma, tercera de la tabla liguera, fuera capaz de ganar en Nápoles, pero se trató de la primera derrota partenopea en casa en dos últimas campañas. Y el 1-2 final fue injustísimo, producto de mucha contención y aislados contragolpes romanistas, ante un líder que generó más pero acertó menos.

El prometedor Giannini adelantó a los visitantes a los 20 minutos, y a los 70 Oddi estableció el 0-2. Careca, soberbio aprovechando un fenomenal servicio en largo de Maradona, acercó a los suyos en el minuto 80. Y, durante el asedio final en busca de las tablas, sucedió este momentazo que rescatamos hoy, 32 años después de producirse.

Maradona avanza con el balón cerca de la banda derecha y sin marca, pero a kilómetros de la puerta contraria. Ya cerca de la divisoria, se detiene un momento a otear y hace un gesto inequívoco con el brazo: “¡corre, que te va!”. Es para Carnevale, delantero que merodea el área allá lejos, rodeado de rivales.

Y entonces, con una fascinante mezcla de dulzura y potencia, la zurda de ‘D10s’ actúa de nuevo, un zambombazo perfectamente teledirigido desde decenas de metros de distancia. La bola sobrevuela a todo el mundo y le cae al compañero justo al pie, al borde del cuadrilátero, entre el pavor de los defensas (vídeo: 4:34).

¡El hecho de que al ariete se le escape el control… no resta importancia al pase divino!

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El ‘Pelusa’ navega entre los charcos genoveses

¿Quién dijo miedo al barro? ‘Jueguito’ inaugural.

Italia puede sonar a soleado Mediterráneo, pero eso es simplificar mucho. Por ejemplo en la norteña Génova, situada a la orilla del Mare Nostrum, puedes encontrarte un tiempo muy desagradable en invierno. Y eso le sucedió al Napoli de Maradona aquel 17 de enero de 1988, cuando le tocó visitar a la Sampdoria en un estadio Marassi ahogado por la lluvia, cada vez más fuerte a lo largo de los 90 minutos.

El terreno de juego, parcialmente encharcado, empezó en tierra blanda y terminó en chocolate. El árbitro Lanese podía haber suspendido el choque, pero decidió que no, y el encuentro se convirtió en un desafío de equilibristas tratando de mantenerse en pie, con los jugadores cada vez más ‘armonizados’ cromáticamente hablando: todos de color marrón

La batalla de Marassi.

Es decir, un panorama medio esperpéntico. Mucha pelea, mucha casta, absolutamente ningún fútbol trenzado (no se podía), pocas oportunidades de gol, cierta superioridad local… y victoria sureña gracias al menos esperable en este ecosistema. El menos esperable si no lo conociéramos: Diego Armando Maradona, autor del único gol, a los 87 minutos

Casi cada vez que el ‘Pibe de Oro’ se encuentra con el balón, repite la misma operación: toquecitos de prestidigitador para elevarlo y abrirlo a un compañero o centrar al área a lo que salga, casi siempre sin resultados apreciables. Pero nunca conviene dejarle un resquicio.

A tres minutos del final del tiempo reglamentario, De Napoli sacó una falta a la olla desde el centro del campo, despejó la zaga sampdoriana y la bola le cayó al ‘10’. Sin pensárselo mucho, el zurdo disparó un punterazo desde la corona del área que le salió fuerte y muy al centro. Otro día probablemente no habría entrado, pero el esférico estaba como embadurnado en grasa: parece que el portero Bistazzoni se tiró antes de tiempo, como esperando un disparo más esquinado, y no acertó a despejar cuando metió la otra mano atrás.

Punterazo desde la corona, la única forma.

El ‘Pibe de Oro’ da una voltereta de festejo y se revuelca en los charcos que tanto le habían fastidiado. Como dijo al final, no se podía jugar en un campo así. Pero ganar… sí.

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La ‘Testa de Dios’

El Napoli 88-89 quería olvidar como fuera la anterior temporada. Solo meses antes, un Scudetto que parecía hecho se esfumó, incluido motín en el vestuario contra el entrenador Ottavio Bianchi, lo que significó la exclusión de la plantilla de varios pesos pesados: el portero Garella, el defensa Ferrario, el medio Bagni y el delantero Giordano. El verdugo casi definitivo fue el novedoso Milan de Arrigo Sacchi, Gullit y Van Basten, que dio la puntilla a los azules imponiéndose por 2-3 a tres jornadas del final. El público napolitano terminó aplaudiendo al rival…

Solo meses después de aquello, la Serie A 88-89 disputaba su 7ª jornada (de 34), de nuevo en San Paolo, y allí estaba el Milan otra vez. Había que vencer a la bestia para enterrar aquel trauma. Además, comparecía en el Golfo napolitano un conjunto rossonero sin varios titulares.

Fue un partidazo de los partenopeos (4-1), más contundentes que brillantes. Pero hasta el borde del descanso perduraba el 0-0 inicial, roto con uno de los más extraordinarios goles que marcó jamás Maradona: un cabezazo desde fuera del área para resolver un mano a mano con el portero de una manera que solo se le podía ocurrir al fuera de serie.

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En torno al minuto 42 de acción, en apenas segundos sucedieron muchas cosas que tratamos de resumir. El napolitano Crippa se hace con el balón cerca de la línea de medios, pero no le presionan, mientras la tácticamente entrenadísima línea defensiva milanista, como un único organismo, se adelanta al unísono para tratar de que alguien caiga en fuera de juego. Calcula mal, y Maradona arranca desde tres cuartos de cancha, cruzándose con los lombardos, mientras el cuero bombeado por Crippa vuela hacia él.

¡Diego Armando corre absolutamente solo hacia el portero Galli, y la bola que cae hacia allí! Hasta ahora, medio normal. A partir de ahora, lo extraordinario. El guardameta también sale precipitadamente del área grande, a tratar de despejar, y la pelota bota entre el cancerbero y el ‘10’, con efecto hacia atrás.

Contemplar el esférico rotando junto a los rizos termina de darle la idea a Maradona: le pega con el alma de cabeza, desde unos 20 metros de distancia, y la parábola supera a Galli. El astro cae al suelo junto al arquero, y los dos (y sus compañeros, y las 85.000 personas del estadio) se deleitan con la imagen casi a cámara lenta de un balón que entra botando a la puerta desguarnecida. “He notado el silencio de San Paolo”, dice ‘D10s’. Calma rota por los vítores.

¡Dentro vídeo! (minuto 1:15):

Aquel 4-1, en ‘Fiebre Maldini’

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Sacudida histórica a la Juve (3-5)

Maradona y Careca, su mejor socio.

A la altura de aquella tierna temporada 88-89, la Juventus ya no parecía la fiera inabordable de costumbre. El Napoli de Maradona había ganado su primer título nacional en el curso 86-87, y le sucedió el Milan en el 87-88, en este segundo caso con la Vecchia Signora muy lejos. Sin embargo, seguía siendo la Juve, el gigante que duplicaba en Scudettos al siguiente equipo en la clasificación.

 Y si el Napoli-Juventus era el partido del año en San Paolo, el duelo entre ambos en Turín era ‘la visita del año’ para los meridionales. Porque además, miles de napolitanos acudían a las gradas del viejo estadio Comunale turinés, y más desde que estaba el superclase argentino. Muchos no venían desde el lejano sur, sino de la propia ciudad norteña: la ironía es que eran trabajadores de la Fiat, o sea de la empresa de los Agnelli, que a su vez eran también los propietarios de la Juve…

Nunca fue plaza fácil: cuando la gloria del 86-87, los celestes se impusieron allí por 1-3, primer triunfo en la capital del Piamonte en… ¡29 años! (el anterior aconteció en 1957, tres años antes del nacimiento del ‘10’…). Pero en la campaña 87-88, los bianconeri triunfaron por 3-1 y dejaron muy tocados a los partenopeos, que perdieron un buen porcentaje de posibilidades de revalidar título.

Nos plantamos así en la visita de la 88-89, cuando solo se cumplía la 6ª jornada de las 34 de la Serie A, en una algo lluviosa tarde de noviembre. Y el resultado, y el partido, fueron espectaculares: 3-5, un destrozo antológico a favor del Napoli y protagonizado por el brasileño Careca, autor de tres goles. Quizá fue el partido más recordado del delantero paulista con la casaca napolitana.

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Pero en general fue un encuentro vibrante, y hubo que luchar la victoria. El Napoli se puso 0-3 al descanso (gol de Carnevale y doblete de Careca), pero la fiera reaccionó y se colocó 2-3 en el 55 (Galia y Zavarov). Tres minutos después, Careca hizo el 2-4; De Agostini descontó en el 77 (3-4). Y el líbero Renica estableció el 3-5 de penalti, cerca ya del final.

¿Renica, lanzador desde los once metros? Sí, uno de los pocos partidos de Maradona donde el penalti lo tiraba otro, pero por una buena razón: cojo de las dos piernas, Diego fue sustituido en el 82, y se desgañitó animando a los compañeros desde el banco. Antes de eso, hizo un buen partido pero no de videoteca, administrando el balón y apoyando a los demás. Aun así, fue importante en ese 3-5 absolutamente imborrable.

¡Dentro vídeo!

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