El otro título del ‘10’ con la Selección absoluta

¡Campeones! Foto: diario ‘La Capital’ de Mar del Plata.

Si pensamos en Maradona y en la Albiceleste, automáticamente nos trasladamos a México ‘86, lo máximo en cuanto a una actuación de un jugador en una Copa del Mundo. Esto oscurece otros numerosos momentos maradonianos en sus muchos años como internacional (1977-94), buenos, malos e intermedios. Entre ellos, el medio anónimo otro título oficial de Diego con la Selección de mayores (por tanto, sin el Mundial Juvenil del ’79): la Copa Artemio Franchi de 1993, que alzó como capitán hoy hace 28 años en Mar del Plata.

Dicho campeonato, que llevaba el nombre de un fallecido vicepresidente de la FIFA, está considerado uno de los antecesores de la actual Copa Confederaciones. Fue una suerte de Copa Intercontinental entre los campeones de América y Europa, que ya había sido celebrado y en 1985 y 1989 (aunque en la segunda solo tuvo carácter amistoso). Se trataba precisamente de Argentina, vencedora de la Copa América de Chile ‘91, y Dinamarca, sorprendente campeona de la Eurocopa de Suecia ‘92.

Es verdad que la Albiceleste tuvo doble ventaja. Primero, el título se jugaba a único partido, y este se disputó en el estadio mundialista de Mar del Plata, ¡Argentina! Y segundo, ¡había vuelto ‘Él’!, tras dos años y medio de ausencia internacional.

Como vimos, Diego Armando había retornado al equipo de todos apenas seis días antes, en un amistoso contra Brasil del 18 de febrero. A continuación, el día 21, completó junto a Simeone un esperpéntico viaje a España para participar en el partido de Liga Logroñés-Sevilla (derrota por 2-0). Y, pese a la prohibición del club, ambos regresaron a su país para la Artemio Franchi. Aquí empezaría el ocaso dieguil en el Sevilla.

¿El duelo contra los nórdicos? Competido, con más balón para los del Cono Sur pero mucha lucha, y 1-1 tras 120 minutos de igualdad. Se adelantó Dinamarca con autogol de Craviotto, pero igualó Caniggia a la media hora, tirándose a asegurar un chut cruzado de Batistuta que parecía ir fuera. Casi ni tocó, pero sí lo suficiente.

¡Vaya tres!, Batistuta y el ’10’ acuden a felicitar a Caniggia.

¿El ‘10’? Solo correcto hasta el alargue, bien marcado y resentido del sobreesfuerzo de los días anteriores; pero soberbio en la media hora final, cuando se luce en un par de gambetas de las suyas, le pone el presunto gol a Darío Franco en la cabeza –no lo hubo- y manda un tiro rápido de falta al poste.

Así que habría penaltis de desempate. Maradona transformó el primero de Argentina, que estableció el 1-1 parcial desde los once metros. Y de ahí, volvió a emerger el mito bajo palos de Italia ‘90, un Goycochea que detuvo dos lanzamientos, por uno del otro arquero, el excelente Peter Schmeichel. 5-4 para la celeste y blanca en la tanda, ¡nuevo título para Argentina y para Maradona! Lo celebró con brío: no suele haber muchos a lo largo de cualquier carrera internacional, y de hecho fue el segundo y último entorchado para el ‘10’ con la Selección.

Resumen amplio:

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(1993) Paseando el ‘jet-lag’

Durante su carrera en Europa, Diego Armando protagonizó varios increíbles viajes relámpago de ida y vuelta a su país, a menudo con algún compromiso con la Selección de por medio, que le hacían llegar con la lengua fuera al partido de turno con su club.

Sin embargo, ninguno comparable al del 21 de febrero de 1993, cuando el ‘10’ jugaba para el Sevilla y tenía partido liguero en Las Gaunas, mítica cancha del modesto Logroñés. En una aventura coprotagonizada con su compañero el ‘Cholo’ Simeone, los dos argentinos aterrizaron en España tras un partido con la Albiceleste, pero solo pasaron unas 16 horas en Iberia antes de despegar de nuevo hacia su país, para otro encuentro de selecciones…

Pongámonos en contexto. Inopinadamente, el ya veterano y castigado Maradona había recuperado un gran nivel en el Sevilla, lo que le supuso que el ‘Coco’ Basile le convocara de nuevo con la Albiceleste: fue un amistoso contra Brasil disputado en la cancha de River el 18 de febrero. El club andaluz que pagaba a Maradona y el también internacional Simeone les había dejado marchar a regañadientes, pero exigiéndoles que volvieran cuanto antes al partido en la pequeña ciudad de Logroño (21 de febrero) y renunciaran al encuentro oficial del 24 de febrero, esta vez en Mar del Plata contra Dinamarca, por la copa intercontinental Artemio Franchi.

Efectivamente, Maradona y Simeone jugaron el amistoso ante Brasil y… empezaron los problemas. Desde Buenos Aires comenzaron a asegurar que era absurdo volver atropelladamente a España, que iban a llegar “muertos” a jugar, que no podrían ayudar al equipo en esas condiciones… Pero el club no dio su brazo a torcer, y tuvieron que regresar. Además, ya se sabía que, como nadie podía ponerles una pistola en la cabeza, los dos rioplatenses retornarían enseguida a su país para el duelo contra los daneses.

Avión, avioneta y taxi

Así que, en un esperpéntico viaje, los dos gauchos se comieron un fascinante Buenos Aires-Logroño-Buenos Aires, resumidamente así: despegan el sábado porteño y aterrizan en el aeropuerto madrileño de Barajas pasadas las seis de la mañana del domingo, cuando el pitido inical iba a sonar esa misma tarde, poco más de 11 horas después.

Desde Madrid, una avioneta los deposita en Vitoria, y completan el viaje de ida por carretera (algo más de una hora en taxi hasta Logroño). Se pasan por el hotel de  concentración hispalense, descansan un poco y a las 17.00 horas son de la partida en el encuentro, con todo el horario cambiado a  cuestas, y con muy flojo partido en la derrota sevillista 2-0, especialmente flojo por parte del ‘10’.

Termina el choque en torno a las 19.00 horas, atienden unos minutos a la prensa, porfían con los directivos de su club y Diego señala que no tiene tiempo de explicarse a fondo con el presidente Cuervas, porque “si hablo con él, pierdo el avión”. Arranca el viaje de vuelta: antes de la medianoche, ya están cruzando al Atlántico de vuelta a casa.

Todo este lío sería un golpe mortal para la relación Maradona-Sevilla FC, el pistoletazo de salida para otros muchos contratiempos que terminarían con el ‘10’ y el equipo desmoralizados, en forma declinante y hartos mutuamente.

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1993: ¿Lo estoy soñando…? ¡Diego albiceleste!

Un falso penalti transformado por Brehme en los últimos minutos significó el triunfo de Alemania Federal sobre Argentina en la terrible final del tedioso Mundial de Italia ‘90. Las lágrimas de ‘D10s’ presidieron la entrega de medallas, pero nadie podía imaginar que aquel había sido su último partido internacional en mucho, mucho tiempo. No pocos temieron que aquel Diego que soñaban cabalgando de celeste y blanco con el balón jamás volviera al equipo de todos sus compatriotas.

Tras el subcampeonato planetario, al crack le pasó de todo, y muy poco positivo: mala última temporada 90-91 en el Napoli, culminada en positivo por cocaína y sanción global de 15 meses sin poder jugar al fútbol. Detención escandalosa en su país y en posesión de drogas, con las cámaras convenientemente avisadas. Depresión, amago de retirada, progresiva recuperación del ánimo. Y, recién expirado el castigo deportivo, vuelta al deporte en el Sevilla, reto nuevo.

Aquel Maradona falto de forma pero repleto de ganas aterrizó en la capital de Andalucía en septiembre de 1992, y para febrero de 1993 había vuelto razonablemente a brillar, recordando al de unos años atrás en Nápoles.

Así que el reencuentro ya estaba cantado: el seleccionador Alfio ‘Coco’ Basile le convocó para un amistoso internacional contra Brasil (¡el clásico planetario, quizá!) a disputarse el día 18 del segundo mes en el Monumental de Buenos Aires, con el que la AFA (la federación argentina) festejaría su propio centenario. Solo días después, Maradona también estaba llamado a una cita más seria, un duelo contra Dinamarca por la Copa Artemio Franchi (preludio de la actual Confederaciones), con un título intercontinental oficial en juego.

Pose inconfundible.

Estas dos citas supondrían un loco doble viaje maradoniano Sevilla-Argentina, con partido de Liga española en mitad de los dos choques de selecciones. El club que le pagaba prohibió que participara en el segundo encuentro, pero Diego Armando hizo oídos sordos. Quería volver a escuchar el himno en el césped y con el brazalete de capitán, sentir el calor de la hinchada: nadie se lo impediría. Desde ahí empezaría su cuesta abajo como sevillista.

Por tanto el 18-2-1993, en mitad de un ambiente brutal, el Rey Arturo de la Albiceleste volvió a encabezar a los suyos contra la canarinha, más de dos años y siete meses después de su última vez. El encuentro no tenía más trascendencia, pero resultó competido y entretenido, un 1-1 con goles de Mancuso y Luiz Henrique.

Otra vez rodeado de amarillos, como en octavos de Italia ’90.

El ‘10’ dirigió bien a sus compañeros, metió buenos balones, se mostró intenso, mandó un tiro libre al travesaño y falló una volea en posición clara. Fue a menos con el paso de los minutos, pero en general realizó una actuación satisfactoria y aplaudida, emocionante casi. Lo importante estaba conseguido: ¡había vuelto!

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Y, de pronto, Newell’s terminó

Mago rojinegro. Foto: 90s Football.

No hay comparación posible. En ningún lugar dejó Diego Armando mayor huella que en Newell’s Old Boys de Rosario, al menos en proporción con respecto al poco tiempo que pasó siendo rojinegro.

Su trayectoria allí se limitó a unas pocas semanas entre septiembre de 1993 y enero de 1994. Pero entre su increíble puesta a punto tras largo parón (el ‘Pelusa’ recuperó un aspecto casi de adolescente), una larga concentración con la Selección y las lesiones, en cuatro meses y medio apenas pudo jugar con los ‘leprosos’ cinco partidos oficiales y dos amistosos. En cambio, ambas partes recuerdan la época como muy ilusionante. ¡Tan es así que una de las tribunas de El Coloso del Parque, estadio de Newell’s, lleva el nombre del crack…!

Aquella truncada aventura sufrió su herida de muerte tal día como hoy, en 1993. El equipo iba fatal en la clasificación, había cambiado de entrenador y el ‘10’ tenía que jugar sí o sí pese a los contratiempos musculares que arrastraba desde el doble duelo Argentina-Australia por la Repesca premundialista. Además, Newell’s había logrado aplazar un par de compromisos de aquel Torneo Apertura, lo que le había servido precisamente para poder contar con su nuevo capitán; ahora había que recuperarlos atropelladamente.

Así que Maradona se presenta a este Huracán-Newell’s del jueves, 2 de diciembre, tras haber disputado renqueante otros cuatro partidos –incluido uno con la Albiceleste- en los anteriores 15 días: ¡inaguantable…! Y lo que se podía temer, sucedió: poco después de la media hora de acción, el astro aceleró a por un balón y se desgarró el muslo izquierdo. Hubo de abandonar el partido.

En principio, se esperaba un mes de baja para el prócer. Inopinadamente, el calendario podía convertirse ahora en oportuno aliado: poco después del contratiempo, el Torneo Apertura preveía un raro parón hasta finales de febrero, que le venía muy bien a la recuperación de Diego. Pero fue su última aparición oficial en Newell’s, con el jugador minado por un cóctel de problemas físicos y anímicos.

Solo disputó ya con esa camiseta un amistoso contra el Vasco de Gama brasileño, en el que se resintió de otra lesión muscular distinta ¡mientras subía unos escalones para saltar al césped…! De común acuerdo, rescindió su contrato el 1 de febrero de 1994. Estaba deprimido, aunque la presencia a unos meses vista del Mundial de Estados Unidos funcionaría como acicate para su enésimo retorno.

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La afición que animó a 12

Letras gigantes en La Bombonera.

El sagrado templo ‘xeneize’ se vistió de gala una vez más hoy hace 26 años, en 1993. A priori el cartel no decía mucho, o no mucho más que en cualquier otro partido en La Bombonera: 12ª fecha del Torneo Apertura (que constaba de 19), Boca Juniors (relativamente descolgado) contra Newell’s Old Boys (colista). Pero no, era día de doble escalofrío colectivo: el campeón mundial Menotti retornaba al banquillo auriazul. Y, sobre todo, en el bando contrario… ¡Maradona!

Casi 12 años más tarde, el ‘Pibe de Oro’ volvía a jugar un partido oficial en La Bombonera, por mucho que ya la hubiera pisado con el Sevilla poco más de un año antes. Fue un amistoso donde, por cierto, Maradona lució ambas camisetas, pero marcó con la de Boca…

Desde su retorno al campeonato de su país con Newell’s, en octubre de ese mismo 1993, Diego Armando salía a homenaje por comparecencia. Sus compatriotas llevaban sin verlo en el campeonato argentino desde 1981, y ya estaba considerado mito transversal, por encima de los colores de las aficiones. Sin embargo, las explosiones anteriores de júbilo colectivo empequeñecerían con respecto a la vuelta del hijo pródigo al templo ‘bostero’.

De hecho, Boca salta al césped un poco antes que el rival, como para dejar como plato fuerte la entrada de ‘D10s’ capitaneando al plantel visitante. Ya desde los minutos previos a su aparición, las ovaciones y cánticos situándole como objeto de culto son constantes en La Bombonera. Una bandera enorme, auriazul, se despliega en la tribuna de ‘La 12’ y la cubre casi por entero, con el nombre del ídolo estampado en letras gigantes.

Vestido de Newell’s, pero mito transversal.

El verde es un caos de cámaras, autoridades y hasta espontáneos, e incluso el pitido inicial se retrasa un poco ante tamaño desconcierto. El propio ‘Pelusa’ recibe un par de placas, tanto la institucional de su ex club como la de una representación de la hinchada. También se abraza con Menotti, ese viejo amigo-enemigo de los 70. Pero llega un momento que el ‘10’ parece aturdido, ya no sabe ni dónde ir entre el bullicio.

Por fin, el pasto se despeja de intrusos y empieza el fútbol. En realidad, el partido tiene muy poca historia: 2-0 claro para Boca, que lo hace mucho mejor que en apariciones anteriores (por algo cambió de técnico). El capitán de Newell’s sigue sin recuperarse de los problemas musculares que le aquejan desde la reciente Repesca premundialista contra Australia, y actúa “casi cojo”, revelará tras el choque. Solo deja destellos en mitad del gris oscuro general de su escuadra.

Eso sí, quizá como parte del homenaje… los jugadores de Boca no le hacen ni una sola falta, un respeto físico que rara vez (¿o nunca?) sintió ni sentirá en su carrera.

Prolegómenos y goles:

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El ‘salvador de la patria’, capítulo II

Argentina y Australia tuvieron que esperar durante 17 eternos días para volver a enfrentarse en la Repesca intercontinental de 1993, esta vez en el estadio Monumental de Buenos Aires. Como ya vimos, para este doble duelo la celeste y blanca había tenido que recurrir al talismán: un delgado pero desentrenado Maradona, convocado como ‘salvador de la patria’. Había que aliviar el shock que supuso el 0-5 ante Colombia, y la pérdida consiguiente del billete directo al Mundial de Estados Unidos ’94.

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En la ida en Sidney, el combinado aussie y Argentina habían igualado 1-1, con gran asistencia maradoniana en el golazo de testa de Balbo. La teoría, basada en el supuesto potencial de cada equipo, decía que la Albiceleste debería resolver con cierta facilidad en el partido de vuelta ante los suyos, tal día como hoy hace 26 años. Pero el argumento se parecía mucho al de la jornada del 0-5…

Y además el ‘Pelusa’, secretamente, estaba lesionado. Terminó con una contractura el encuentro de ida: aquellos 90 competitivos minutos que le hicieron mella, porque llevaba mucho tiempo casi sin fútbol. De cara a la vuelta, no había logrado recuperarse, y se le unió el crónico problema en el nervio ciático. Pero se calló todo, y ejerció de capo del vestuario.

Con todas las trabas, el ‘salvador’ no estuvo mal. Guardó la pelota (a Argentina le valía el 0-0), envió dos precisos pases que sus compañeros no pudieron convertir en gol, rodó por el suelo a menudo (recibió nueve faltas). Y festejó a tope el afortunadísimo 1-0 de Batistuta, un tiro sin ángulo que rebotó en la pierna de un defensa, provocando una extraordinaria parábola que sorprendió al portero australiano.

Tras la angustia, el júbilo de los 70.000 presentes: ¡Argentina, de nuevo en el Mundial! Quedaba poco más de medio año, pero era una era geológica en términos maradonianos: a saber qué sería del ‘10’ para entonces. De momento, el público saludó el billete planetario y el retorno de la magia con el cántico de siempre: “Maradooooo, Maradooooo…”.

El gol de Bati:

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El ‘salvador de la patria’, capítulo I

Argentina se había metido en un buen lío, pero el 31 de octubre de 1993 empezó a desenredarlo. El famoso varapalo en casa ante Colombia (¡0-5!), sucedido el 5 de septiembre, había cerrado de forma traumática una de las liguillas sudamericanas de clasificación para el Mundial de Estados Unidos ’94. Como mal menor, la paliza condenó a la Albiceleste a una peligrosa e incómoda eliminatoria extra para tratar de subirse al último tren: Repesca intercontinental contra Australia, a ida y vuelta. Tal día como hoy, el primer asalto en Sidney, a 12.000 kilómetros de Buenos Aires.

Nuestro Diego Armando había acudido al Monumental de River cuando la paliza de los cafeteros, como un hincha más. Y, además de irónicos olés a las combinaciones colombianas, escuchó el clamor de la humillada multitud pidiendo su vuelta al fútbol (llevaba dos meses y medio sin practicarlo, tras su nefasto cierre a la etapa sevillista); y, más exactamente, al equipo de todos. El mito de México ’86 pervivía siete años después: nadie mejor que ‘Él’ para volver a encabezar una misión de alto riesgo.

A mediados de septiembre, Maradona volvió a los entrenamientos, fichando finalmente por Newell’s Old Boys de Rosario, donde su recibimiento fue apoteósico. Además de sumar sudores, libró y ganó su más espectacular batalla contra la báscula, perdiendo 10 kilos largos en cuestión de días. En cuanto a partidos, solo le dio tiempo a jugar un amistoso y un encuentro oficial. Enseguida, la Selección del ‘Coco’ Basile se lo llevó a Australia, para 13 días de concentración y luego, primera parte del duelo a cara de perro.

Al ’10’ le faltaban muchos kilómetros, pero su país le necesitaba. Capitaneó a la Selección en un partido trabado y de pocas oportunidades. Una de las escasas que generó la celeste y blanca, pero trascendente, llevó la firma maradoniana: balón peleado junto a la cal derecha, cambio de perfil y centro con la zurda mágica al corazón del área, para que el soberbio testarazo de Balbo hiciera el resto (0-1, minuto 36).

Solo 6 minutos más tarde, Australia logró el 1-1 definitivo, que dejaba la resolución entera para la vuelta de 17 días después en el Monumental. Será el capítulo II…